Burros arriba y abajo

Un hombre de unos 150 kilos de peso se ha subido en un burro de un Portal de Belén a tamaño natural en Lucena (Córdoba) y ha provocado la muerte del animal. Según la denuncia de la Asociación de Defensa del Borrico, «el individuo, sin que hubiera Policía Local que le prohibiera el acceso, cruzó la valla, zarandeó a Platero -nombre del animal-, hasta que ‘a galope’ posó orgulloso sus casi 150 kilos de peso sobre su frágil cuerpo de algodón, como diría Juan Ramón Jiménez, hiriéndolo de muerte”. El presunto autor del reventamiento asnal no es tan presunto porque ha tenido la gran idea de sacarse unas fotos montado en el burro y enviarlas al espacio radioeléctrico, con lo que parece demostrado que el autor de este supuesto asesinato es uno de los hombres más inteligentes y sutiles que han aparecido en este país.

Es muy interesante la carga lírica de la denuncia que se ha presentado, una denuncia en la que se habla de posar orgulloso, herir de muerte, e incluso se cita al poeta Juan Ramón Jiménez. Se ve que estos señores de la asociación pro borricos son personas que se manejan con un romanticismo estético indudable, romanticismo que por supuesto es el fundamento de su actividad, ya que no hay nada más romántico que defender a una raza animal tan desclasificada y desfasada como el burro andaluz. El burro es un animal desubicado, sin propósito práctico para su uso en la industria agraria, y ha sido arrinconado por los tractores, los camiones, los motocarros y los motores en general, tanto eléctricos como de combustión explosiva. Parece ser que en estos momentos quedan poco más de cien ejemplares de burro andaluz-cordobés, y la existencia de estos ejemplares se debe fundamentalmente a otro romanticismo, que es el romanticismo de sus propietarios; estos propietarios mantienen al burro haciendo trabajos poco exigentes o directamente sin hacer nada de nada, paciendo en las vegas y dehesas. Parece ser que el burro de raza de Lucena es una criatura pacífica y bienhumorada que no es capaz de hacer daño a una mosca y que, por ese motivo, no puede criarse más que bajo la protección de personas absurdas que gastan dinero sin obtener ningún rendimiento económico, por el puro placer de preservar y contemplar a estas criaturas de Dios. El burro andaluz se caracteriza además por una gran resistencia física, y es capaz de aguantar temperaturas extremas y grandes cargas de peso, aunque nuestro burro Platero no ha podido soportar el peso del ciudadano esférico que se le subió a los lomos el pasado viernes.

Sin entrar en grandes detalles, se puede adivinar que este hombre sintetiza dos corrientes sociales que tienen mucha importancia en la actualidad: se trata de los cretinos absolutos, por un lado, y de los exhibicionistas del Twitter, por otro. Los cretinos de pueblo o de ciudad son los que rompen mobiliario porque sí, agreden a sus semejantes en los aledaños de los campos de futbol y, cuando se han tomado unos solisombras, zurran a sus mujeres hasta que se quedan dormiditos por la fatiga. Son gente simpatiquísima que desde hace mucho tiempo anima cualquier fiesta española. Los expertos zoológicos dicen que hay datos de la existencia del burro andaluz que se remontan a hace 3.000 años, pero la presencia de la raza de los energúmenos es todavía más antigua.

Y este hombre del burro también personifica la gran corriente del exhibicionismo cibernético, que es la que nos lleva a fotografiarnos continuamente y a propagar estas fotos por ahí. Es lógico que, si la gente se saca fotos en circunstancias aburridísimas, tenga más motivos aún para hacerlo cuando se sube en un pobre burro, sobre todo si hay una desproporción tan grotesca entre las hechuras enjutas del burro y la obesidad desaforada de su jinete. La foto queda chistosa y es normal que se saque y se envíe.

Hasta ahora, el protagonista de esta foto andaba por ahí tranquilamente mientras su sufrida cabalgadura ha fallecido víctima (presuntamente) del aplastamiento y del colapso de sus despanzurrados órganos vitales. Según las últimas informaciones, el gordo ha sido detenido y será juzgado por su performance. Una vez presencié una corrida de toros en la magnífica plaza de la Maestranza, de Sevilla, y recuerdo a un picador que no estaba en su mejor momento y que, al ejecutar la suerte de varas, organizó con la puya un desaguisado sangriento en el morrillo del toro, montando una carnicería de padre y muy señor mío y dejando al toro malherido. Cuando la plaza estaba en silencio, avergonzada por el infame puyazo, un espectador se levantó y le gritó al picador: “¡Paco, sinvergüenza, que eres más burro que el que llevas debajo!”. Estas palabras podrían aplicarse a nuestro gordo de Lucena. De hecho, y además de multas y encarcelamientos que este señor pueda merecer, una idea reformatoria podría ser colocar al jinete obeso en el Nacimiento a tamaño natural y tenerle todas las Navidades sustituyendo al burro fallecido y comiendo alfalfa. Y si hay alguna posibilidad de encontrar a algún otro ciudadano con sobrepeso para que se le suba encima, mejor que mejor.

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