Hoy se emite en TVE un programa especial sobre la figura del Rey de España, don Juan Carlos I. Al parecer, el espacio está formado por dos secciones diferentes: una primera parte en la que el Jefe del Estado charlará amistosamente con el periodista Jesús Hermida, y la segunda parte, que es un montaje de entrevistas múltiples a personalidades de la quinta del Rey, en las que se glosará el papel de la institución durante los últimos 37 años.
Porque el tiempo pasa a toda velocidad, y resulta que el reinado de Juan Carlos I está ya entre los más largos de la historia de España, superado solamente por los de Felipe V (45 años en el trono), Felipe IV (44 años) y por el reinado de Alfonso XIII, abuelo del actual monarca, que reinó durante 44 años (aunque en el caso de Alfonso XIII su reinado se inició el día de su nacimiento, y en realidad asumió el poder a los 16 años de edad, así que podemos hablar de un reinado en términos prácticos de unos 28 años y medio). En definitiva, el actual Jefe del Estado está ya en el grupo de los reyes más longevos, e incluso vemos que su reinado ha igualado en duración a la dictadura de Franco, que es un periodo que a todo el mundo le parece hoy un ejemplo de pseudoeternidad tremebunda. Por tanto, si miramos a nuestro alrededor veremos que la persona que hoy ostenta la más alta magistratura del Estado lleva en su puesto muchísimos años, y la impresión que uno tiene es que han sido menos años que los que realmente han transcurrido. Probablemente esto sea mérito de don Juan Carlos, aunque cabe la posibilidad de que la presente democracia parlamentaria y constitucional, con sus vaivenes, su inestabilidad palmaria y su desorganización institucional, haya contribuido al entretenimiento general y a la sensación de brevedad. La acumulación de acontecimientos es un agente productor de amenidad verdaderamente infalible: cuando uno lee, por ejemplo, un libro tan voluminoso como La Odisea, de Homero, y está entretenido, hay motivos para pensar que una de las causas de ese entretenimiento es la concatenación enlazada de peripecias. En este sentido, el reinado de Juan Carlos I es aparentemente un periodo estable de continuidad constitucional relativamente próspero, un periodo sin muchas similitudes en la historia de España, pero también es una época de gran desbarajuste institucional, y ese barullo es lo que le da color y movimiento.
La verdad es que en los últimos años la institución monárquica en España está siendo objeto y sujeto de incidentes que de manera creciente están menoscabando su prestigio y su arraigo, y creemos que las razones de este menoscabo hay que buscarlas en la tecnología y en los cambios extraordinarios vividos en el ámbito de la comunicación humana. El caudal de información que se mueve vía radioeléctrica en el mundo moderno requiere comportamientos inmaculados hasta en las apariencias, y, en este sentido, ese torrente informativo que fluye desde la Red es un enemigo importantísimo de la componenda, de la laxitud de costumbres y de cualquier forma de borboneo que desde antiguo se ha podido dar en las altas esferas de este país. Por todo ello, y debido a la necesidad de un tratamiento urgente de chapa y pintura, es de suponer que este espacio programado para hoy podrá enmarcarse en el género hagiográfico, también llamado el género de las vidas de santos, de tanto éxito en la Europa medieval. Hoy veremos en la televisión el retrato de un monarca abnegado, sufriente, cercano a sus súbditos y en el apogeo de su proverbial campechanía. Hermida, el entrevistador, es un hombre que detrás de sus cabezazos espasmódicos, su flequillo bamboleante y su dicción arrastrada esconde a un periodista con gran experiencia, con lo cual pensamos que sabrá guisar una conversación que tenga lo justo de intervención institucional y unas gotas de informalidad simpática.
No obstante, creemos que, una vez concluido el programa, la sensación que se tiene acerca de la institución monárquica seguirá como estaba, porque es evidente que a nivel de audiencias televisivas el Rey lo tiene muy complicado contra Sálvame Deluxe.