Durante el último fin se semana han tenido lugar los exámenes para optar a 1.493 plazas de funcionario del servicio vasco de salud, Osakidetza. Estas pruebas se han realizado en el Bilbao Exhibition Center (BEC), la feria de muestras de Bilbao, que es un mamotreto de cientos de miles de metros cuadrados de superficie, y la convocatoria ha tenido que celebrarse allí ya que, para optar a las 1.493 plazas, se han presentado nada menos que 64.908 personas, y no es fácil meter a esa muchedumbre en ningún sitio.
No puedo decir que no se deba contratar a nadie en Osakidetza; la sanidad es una cosa muy seria. Pero esta impresionante congregación de gente en este lugar específico representa perfectamente bien cuáles son las causas espirituales y materiales que nos han llevado hasta aquí: por un lado, está el espíritu de conseguir sea como sea el puesto fijo y vitalicio, la filosofía invariable del «sacarse la plaza» de funcionario y adherirse así a la eterna estructura del empleo público. Ya dijimos que nos parece que esa realidad está cambiando por culpa de la crisis, y me temo que acabaremos viendo despidos de funcionarios, pero indudablemente las personas seguimos teniendo fijada la idea de la colocación vitalicia en la plantilla de la Administración. Matamos por un puesto de administrativo del Estado, porque es algo que sigue estando para nosotros perfectamente consolidado y garantizado. En esto, los vascos somos más españoles que un botijo; más de sesenta mil personas lo han corroborado estos días.
Por otro lado, la sede de estas oposiciones (el Bilbao Exhibition Center) no podía ser más adecuada. El BEC, inaugurado en 2004, tiene una superficie total de más de 200.000 metros cuadrados, y costó más de 500 millones de euros. Hoy en día, el BEC es una institución participada por todas las administraciones públicas y tiene una deuda declarada de 358,7 millones de euros (a cierre de 2011). Uno entra en el BEC y se siente como ante el Gran Cañón del Colorado: son lugares en los que se percibe la pequeñez de la especie humana. Las desorbitadas instalaciones del BEC yacen en Barakaldo casi siempre vacías, pese a que desde su gerencia se trate de llenar de contenido esos pabellones monstruosos, buscando ferias y espectáculos a los que nunca va suficiente público. Se pierde dinero. El aterrador edificio sintetiza el desmadre del gasto y la apoteosis del hormigón armado, y es un resumen impecable del camino que hemos recorrido. No se me ocurre un escenario más adecuado para una oposición masiva a auxiliar administrativo de Osakidetza.
Por resumir el asunto, diremos que se convocan nuevas plazas vitalicias (lo que supone más gasto, o al menos un cierto mantenimiento del gasto, que no digo yo que no sea necesario, ojo), y acude tanta gente que organizamos los exámenes en el Taj Mahal del gasto público, con el coste del alquiler de tal instalación (alquiler que cobra el mismo BEC). Es decir, que las infraestructuras públicas desmesuradas ingresan dinero público (mucho dinero) para la organización de una convocatoria de contratación de personal funcionarial (más gasto aún), en una incomparable bola de nieve de gasto público que, repito, ejemplifica la extrema situación actual: paga la Administración, cobra la Administración, y se contrata a más gente a costa de la Administración. Esto se llama economía productiva.
Pero, vamos, enhorabuena a los que hayan conseguido eso tan anhelado de «sacarse la plaza».