Tolstoi y Galdós

Acabo de releer Guerra y Paz, la gran novela de León Tolstoi. La lectura de este mamotreto solamente puede encararse en vacaciones, dado que son imprescindibles una continuidad y unos mínimos de atención. Se supone que leer algo ya leído es una estupidez, según los criterios de ansia experimental que hoy son obligatorios. Pues en esto yo no transijo: vuelvo a Guerra y Paz, y dejo las novedades para quien las disfrute.

La novela histórica es el género en el que se ven de manera más grosera todas las hechuras, cosidos y repuntes de la técnica literaria, entendida en el peor sentido. A mí, como lector, este estilo de novela me fastidia y es extraño que alguna me dure más de diez páginas. Guerra y Paz es una de las pocas novelas históricas que no se me caen de las manos, junto a otros clásicos como La Cartuja de Parma, de Stendhal, o Los Novios, de Manzoni. En España, las novelas históricas que uno tolera con gusto son, por ejemplo, las que conforman la serie carlista de Pío Baroja; en cambio, el gran tótem de la novela histórica española, los Episodios Nacionales, me provocan carcajadas y bochorno, y que Dios tenga en su gloria a don Benito Pérez Galdós, porque en la gloria literaria terrenal ya se encuentra desde hace siglo y medio.

¿Y por qué algunas de estas novelas históricas (pocas) funcionan y otras no? Mi conclusión es que hay dos factores que son decisivos a la hora de ese buen funcionamiento literario. El primero es la fuente, la documentación, el conocimiento de la cosa. Cuando se escribe sobre acontecimientos del pasado, creo que uno debe husmear en el detalle y, si es posible, encontrarse con el testimonio vivo del tiempo que va a describirse. Las novelas carlistas de Baroja pintan un paisaje que seguía en pie cuando Baroja escribió los libros y se basan en hechos recogidos de primera mano a supervivientes contantes y sonantes. En este sentido, es más fácil fracasar ubicando la novela en el antiguo Egipto o en las Cruzadas que en el tiempo más o menos reciente. Libros célebres como Salambó de Flaubert, ambientado en el Cartago del siglo III, son una fuente de bochorno indescriptible, aun siendo Flaubert uno de los grandes escritores de la historia, autor de Madame Bovary o de la maravillosa La Educación Sentimental. Y si Flaubert, con todos sus recursos expresivos y sus facultades, se hunde con el Cartago del siglo III, imagínese usted lo que pasa cuando un abogado o un médico se meten a escribir novelas de templarios o de visigodos. En este sentido, Guerra y Paz está ambientada sesenta años antes de su escritura; Tolstoi retrata un país que ha cambiado poco, y además el escritor ha hablado con protagonistas de la guerra franco-rusa, empezando por su abuelo, el Conde Tolstoi, general del zar durante las campañas napoleónicas.

El segundo elemento diferenciador (y el elemento principal, creo yo) es el talento, el talento del escritor. El gran escritor es el observador de caracteres que además tiene la habilidad de encontrar la precisión expresiva para describirlos. El gran escritor es el que da el ambiente y ofrece de forma completa los rasgos de sus personajes con economía y afinación. El escritor bueno es el que pinta el detalle significativo y el que, simultáneamente, descarta la enumeración erudita de datos prolijos y estupefacientes. La avalancha de elementos documentales obtenidos en el archivo es una losa que, en una novela, no hay quien levante. El gran escritor se ha documentado pero guarda sus datos y se calla cosas. El escritor de raza dispara y da en el blanco.

Tolstoi es ese gran escritor y sus personajes están vivos. Los retratos elaborados por Tolstoi no pueden mejorarse, y usted perdone la rotundidad. Tolstoi observa a los personajes principales con la mirada del zoólogo, y estos personajes son personas completas tanto en la intimidad del salón como en el campo de batalla. La diferencia fundamental entre Tolstoi y un contemporáneo suyo como Galdós es que el ruso tiene la intuición del observador y toma decisiones estéticas admirables; y, en cambio, el español es, a mi entender, un señor documentalista que pinta personajes de mentira y los describe desde su despacho sin ningún criterio de observación, acertando muy pocas veces, y elaborando novelas con una fórmula mecánica, como otros elaboran morcillas. Yo creo que Galdós ha sido una referencia cultural muy negativa cuyo resultado es la avalancha de libros contemporáneos más o menos ilegibles que hoy desbordan las tiendas de los aeropuertos. Esto es una opinión mía que no tiene gran valor o utilidad, evidentemente, porque yo no soy nadie y don Benito Pérez Galdós es uno de los grandes colosos literarios españoles, y porque además el éxito de estas novelas históricas es sensacional.

Lo que sí que puede ser útil para ustedes es la recomendación de leer Guerra y Paz, o Ana Karenina, o Resurrección, o cualquier otro espectacular libro de Tolstoi, que en su caso son todos. Y para que vean que en literatura todo es relativo, estoy considerando ponerme a releer algún Episodio Nacional y tratar de ver la excelencia de don Benito. Que Dios me ayude en tan riguroso trance.

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Un comentario en “Tolstoi y Galdós

  1. Hoy, Andrés Trapiello cuelga en su blog unas reflexiones sobre su relectura de los Episodios Nacionales que, viniendo de un autor al que uno respetara menos, calificaría de ditirámbicas… Aunque, siendo sincero, mis intentos de hacerme con la obra galdosiana datan de hace bastante tiempo; vamos, que el recuerdo es vago e inconcreto, y tampoco es que me herniase en el intento. Sin embargo, al leer lo que usted escribió en esta entrada me sentía en total sintonía con sus observaciones. En fin, que no sé si es el momento de volver a Galdós, o de seguir a lo que estaba…

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