Los protagonistas

El asunto catalán ha conquistado la parrilla informativa en todos los terrenos y es un asunto tan complejo y enrevesado que uno no tiene mucho que añadir, salvo señalar la preponderancia de la estrategia y de la planificación propagandística sobre los hechos y la realidad. Asistimos a una partida de cartas llena de faroles por ambos bandos y con columpiadas y derrapes que podrían ser divertidos si no fuera por la relevancia del asunto. Lo que sí que podemos hacer desde aquí es una descripción de los tipos y caracteres que esta situación está dejándonos: los protagonistas del enredo van perfilándose según pasan los días y alguno ha tomado ya unas proporciones considerables.

Ya hemos hablado en este blog del señor Rajoy, político al que todo el mundo menosprecia pero cuya resistencia granítica le convierte en un adversario de padre y muy señor mío. Rajoy se ha tomado este asunto tan peliagudo para su gobierno con la flema y la oleaginosidad propias de su carácter y está dándose tiempo y esperando hasta el último momento para aplicar las famosas medidas de corte excepcional. Como decimos, debajo de su aparente despiste se esconde un competidor formidable que flota casi siempre, aunque Rajoy siempre tendrá una contestación fortísima de parte de su parroquia, esa parte que considera que el presidente del Gobierno es un blando y un cachazas.

En este mismo bando digamos gubernamental está Albert Rivera, aunque de una manera mucho más beligerante que Rajoy, debido a que a) considera que hay que aplicar mano dura; b) quizás está considerando de forma desinteresada que esta dureza puede darle rendimiento electoral en determinadas zonas de España; y c) tiene la ventaja de no tener responsabilidades directas de gobierno, lo que le da una soltura y una locuacidad muy significativas.

Como tercer vértice está don Pedro Sánchez, líder socialista, que, tal vez por necesidad, está tomando una posición mucho más templada que muy probablemente le beneficie a nivel electoral en Cataluña, aunque no sabemos si le vendrá bien en otras zonas geográficas del electorado digamos español. En todo caso, el trabajo de este señor sigue siendo tratar de dar una configuración coherente a su partido, que es un cafarnaún deshilachado y mutable.

Por el lado nacionalista catalán han ido apareciendo una serie de personalidades más o menos nuevas, empezando por los señores Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, recién encarcelados, que no forman parte de ningún partido político pero que, al parecer, tienen una influencia extensísima. Estos líderes se envuelven con silogismos de gran fuerza, muy positivos, y sin necesidad de presentarse a ningunas elecciones están capitalizando toda la corriente multitudinaria de la movida o movimiento nacional, dicho sea esto con todo el respeto y sin ánimo de señalar. El encarcelamiento cautelar de estos dos señores, que en teoría se debe a un asunto más bien de orden público, se ha considerado desde algunos sectores como una maniobra sin fundamento, inoportuna e injusta y será aprovechado por algunas personas para realizar las manifestaciones propagandísticas que cualquiera puede adivinar.

También tenemos, un poco al fondo, al señor Romeva, conseller de recorrido internacional que acude a las televisiones más importantes del mundo para que los entrevistadores extranjeros le pregunten por las empresas que se marchan de Cataluña, por la inseguridad jurídica y, en definitiva, para que le pongan en un compromiso de muy difícil salida. Este señor tiene una templanza mayúscula y aguanta todos los bochornos que haya que aguantar en nombre del procès.

Sin embargo, los dos grandes coordinadores de todo este asunto son el señor Puigdemont y el señor Junqueras. Carles Puigdemont es el antiguo alcalde de Gerona que hoy es president sin haber sido cabeza de ninguna lista electoral autonómica. Este hecho, que puede no tener importancia, también podría haber sido el acicate para que este señor se haya puesto a la vanguardia del acaloramiento y de la ruptura, respondiendo así a la proverbial vehemencia de los que tienen que demostrar algo. Hay personas muy ponderadas y de buen juicio que consideran que Puigdemont es un hombre ecuánime, con gran sentido de la responsabilidad, y lleno de prudencia e intuición. Todas estas afirmaciones son perfectamente fiables y provienen de fuentes de toda solvencia: ahora hay que ver cómo casan con los actos e iniciativas del señor Puigdemont en el ejercicio de sus funciones como presidente autonómico. La cosa es que, con su política de los últimos días, Puigdemont está decepcionando a la CUP, a la oposición, a los manifestantes y a todo el mundo, y este señor puede acabar muy chamuscado y sumido en el ostracismo electoral completo y definitivo.

Como estrella del nuevo firmamento tenemos a don Oriol Junqueras, representante de Esquerra Republicana, que aparece detrás de Puigdemont por motivos de seguridad ignífuga. Este señor tiene un tono de voz suave y melifluo, y su oratoria es una maravilla de musicalidad. El señor Junqueras es un profesor muy reputado y habla con la lágrima puesta y el corazón en la mano. La oratoria del señor Junqueras está compuesta por proposiciones irrechazables y por una pedagogía emotiva de una fuerza expresiva máxima. Junqueras solo propone ideas razonables y parece verdaderamente sorprendido de que se arme tanto escándalo, y de que las empresas se vayan de Cataluña, y de que los países de Europa no reconozcan la independencia de Cataluña. Junqueras está muy triste por todo ello y solamente quiere el bien para todos y la concordia entre las personas que pueblan el mundo. Frente a tanto sinsabor, el consuelo que le queda al señor Junqueras es que en las próximas elecciones, constituyentes o no, el señor Junqueras va a sacar un enorme número de votos, votos que va a capturar a derecha y a izquierda, y probablemente deje para el arrastre y hecha unos zorros a la antigua Convergencia. Es un consuelo menor para Junqueras, sin duda, pero es un consuelo.

Porque resulta que, aunque no lo parezca, hay probabilidades altas de que todos los dirigentes a ambos lados del ring estén solamente pensando en el rendimiento electoral. Como lo oye, amigo lector.

(No me he olvidado del señor Trapero, jefe de los Mossos y elemento policial notoriamente oscuro que, por encima de su nacionalidad, pertenece a la estirpe de los policías que consiguen que las cosas se hagan y que resuelve cualquier entuerto con el sigilo de la autoridad. Trapero es un personaje literario de primera categoría y merece capítulo aparte).

 

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