Salir del armario

Ha muerto el cantante George Michael. Suponemos que la gente joven no sabe quién era este señor, pero los que ya tenemos una edad hemos vivido el éxito que tuvo Michael, primero como líder del grupo Wham! y después en solitario. En concreto, el disco Faith, de 1988, fue un bombazo bailado en todo el mundo. George Michael fue un ídolo juvenil que provocaba delirios entre las chicas hasta que en 1998 fue sorprendido teniendo relaciones con un hombre en un aseo público de Beverly Hills, suceso que desencadenó el declive de su figura.

Los escándalos de carácter sexual pueden hacer mella en la carrera de un personaje famoso, pero algunos se recuperan y sobreviven, como, por ejemplo, Hugh Grant, que tuvo un incidente rocambolesco que no dañó su trayectoria. ¿Por qué unas celebridades son absueltas por la opinión pública y otros no? ¿Cuál es el factor diferenciador? En el caso de Michael, pensamos que la clave está en que este cantante había cimentado su carrera sobre las bases de la seducción femenina: el núcleo central de los fans de Michael estaba compuesto por chicas que se volvían locas al oír y ver a este señor, y, cuando Michael sale del armario de una manera tan accidentada, su publico pudo sentirse estafado.

Cuando un artista mantiene su sexualidad como un elemento ajeno a su propuesta artística, la salida del armario no tiene ninguna importancia, y es un hecho completamente superfluo. Ningún seguidor de Elton John se ha llevado las manos a la cabeza cuando ha sabido que era homosexual porque la homosexualidad de Elton John era una circunstancia que no condicionaba su relación con el público. En cambio, el mencionado disco Faith de George Michael estaba construido alrededor de la seducción inequívocamente heterosexual (el single más famoso de ese disco, “I Want Your Sex”, era una oda altamente calentorra en cuyo videoclip se veían imágenes de Michael rondando a una modelo con muy poca ropa). Es decir, que Michael utilizó su aspecto físico para envolver su propuesta musical de tal manera que las adolescentes de todo el mundo sufrieran licuefacciones y consumiesen su música. Esta estrategia está dictada por la ley del máximo rendimiento económico y tiene toda la lógica empresarial.

A otra escala, tenemos el caso de Ricky Martin, cantante caribeño que hasta hace bien poco era uno de los grandes agentes de derretimiento del público femenino y cuyas canciones se lanzaban directamente a las caderas de las mujeres, y daban siempre en el blanco. Ricky Martin convertía a las mujeres de medio mundo en estufas de queroseno. Un buen día, este señor Martin salió del armario y proclamó que tenía un novio, y la decepción de su multitudinaria parroquia femenina fue morroctuda. Ricky Martin llevaba una década contoneándose ante las chavalas y sugiriéndoles un mundo de frotamiento termodinámico de altos vuelos, cuando resulta que a este señor le gustaban los hombres.

Se me dirá que todo esto es algo que no tiene importancia y que los artistas buscan tener un público amplísimo, cosa que es perfectamente lícita. Sin embargo, uno puede hacer su pequeña encuesta entre las fans de Martin y de Michael y verá que en ambos casos el chasco fue comparable con el que se llevaron las fans de Rock Hudson, famoso actor hollywoodiense que sedujo durante tres décadas a las mujeres de medio mundo y que, en la madurez, salió del armario y falleció víctima del SIDA. Hudson representaba el paradigma de la testosterona y sus espectadoras se enfadaron muchísimo con su outing. Las señoras más tradicionalistas siguieron negando la realidad e incluso consideraron como un burdo rumor esta salida del armario, salida que se produjo con gran trompetería pública y sin intermediarios.

Todavía existen artistas que sacan un gran rendimiento entre un determinado tipo de público jugando a tocar todos los palos y potenciando la imaginación de las espectadoras. Esos artistas saben que una salida del armario, cosa deseable y lógica, puede suponer, en sus casos particulares, una merma de sus ingresos, y por tanto se mantienen en una ambigüedad muy conveniente. Esto que digo suena a machista o a interesado, pero es una realidad concreta, inequívoca.

Insisto en que las decepciones solo se producen si el armariosaliente se ha construido una carrera en base a una mentira publicitaria, puesto que la sexualidad de cualquier persona no debería importar a nadie. Ejemplos como los de Elton John o Freddie Mercury son muy reveladores: su música no iba sujeta a un entorno de seducción sectorial, sino que era música, a secas, y por eso sus carreras nunca tuvieron altibajos y su música sigue escuchándose con veneración religiosa.

George Michael era un gran cantante cuya carrera como ídolo de masas terminó en aquel urinario de Los Angeles. El público se sintió estafado y le dio la espalda cuando él no llegaba a los cuarenta años de edad. Desde entonces vivía en el revival y no encontró nunca un camino artístico.

La moraleja de este caso es difícil de extraer porque salir del armario parece una cosa ya de por sí dificilísima y que se convierte en casi imposible cuando puede provocar una interrupción radical de los ingresos multimillonarios que uno percibe. Lo lógico sería ir cambiando poco a poco el formato con el que uno se dirige al público e ir abandonando la seducción como ingrediente musical, para llegar a un punto en el que, si uno sale del armario, el asunto tenga la importancia que en realidad tiene, que es ninguna.

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