Así, como lo oyen. Hay una práctica en cirugía estética que se llama blanqueamiento anal, y que consiste precisamente en eso: el procedimiento quirúrgico de clareado de una de las zonas más recónditas de nuestra anatomía. Por muy recónditas que a algunos nos parezcan estas zonas, hay un número cada vez mayor de personas que consideran la posibilidad de modificar la pigmentación epidérmica del área en cuestión y que, en muchos casos, llevan a cabo esta modificación. Parece ser que el blanqueamiento puede hacerse o bien con láser o bien mediante la aplicación de unas cremas de uso doméstico y continuado, y, por lo que dicen los expertos, ambas técnicas son seguras y efectivas. Una vez garantizada la seguridad del paciente, la pregunta es muy sencilla: ¿por qué?
Los seres humanos más retrógrados y convencionales mantienen un esquema mental arcaico dentro del cual estas partes del cuerpo cumplen algunas funciones; sin embargo, muchas de estas personas no se plantean el problema estético que estas zonas presentan. La contemplación del ano propio o ajeno es una actividad a la que una parte concreta de la población no dedica ni un solo minuto de su vida. Yo confieso que por el momento me encuentro plenamente encuadrado en este grupo humano de no contempladores de anos. La visión directa y detallada de un ano no es un acontecimiento que yo suela protagonizar con frecuencia. No suelo inspeccionar las zonas anales de ningún otro habitante de la Tierra, y, salvo sorpresa morrocotuda, no soy objeto de inspecciones en este sentido (soy una persona de sueño muy profundo, así que tampoco puedo garantizar qué es lo que ocurre en mis aledaños mientras duermo). En ese sentido, es posible que deba entonar el mea culpa, porque hay datos que indican que existe un porcentaje creciente de la población mundial que considera importante modificar el aspecto cromático de su ano. Debemos suponer que estas personas que se blanquean tienen argumentos de peso para someterse a estos procedimientos, porque son procedimientos costosos y relativamente molestos. ¿Cuáles son esos argumentos?
Según las informaciones que tenemos a nuestro alcance, esta práctica se inició en el mundo del espectáculo, y concretamente en una rama muy específica del mundo del espectáculo en la que hay ocasiones en las que la zona de la que hablamos queda a la intemperie y a la vista del muy distinguido público; sin embargo, hoy en día este tratamiento se ha extendido a grandes masas de la población. En términos generales, los expertos dicen que detrás de muchísimas intervenciones de cirugía estética hay un motivo de insatisfacción estrictamente personal. Gran parte de la gente que se opera la nariz o las orejas lo hace por inseguridad reclusiva, sin que nadie le diga nada y porque sufre al mirarse al espejo. En esta línea de razonamiento, podemos pensar que algunos de los que deciden blanquearse el ano lo hacen por insatisfacción estética personal: literalmente, porque no soportan verse el ano en el espejo. Y yo pregunto: ¿qué espejo es ése? ¿Dónde está? Fuera del ámbito proctológico y clínico, ¿quién lleva la recreación narcisista hasta esas zonas tan limítrofes y tan ajenas al espejo convencional? La persona insatisfecha con cualquier imperfección de su aspecto físico puede entrar en una dinámica en la que, sin que nadie le llame la atención, se encuentre insatisfecha incluso con el aspecto de sus postrimerías más encubiertas. En este sentido, hay que respetar cualquier inclinación humana que no haga daño a nadie, y en el caso de este blanqueamiento se produce además un aumento del PIB merced a la proporción de un servicio de carácter quirúrgico. Por muy insólito que parezca, o por muy remota que a uno se le antoje la necesidad de poner en práctica este procedimiento, que todo sea en buena hora y allá cada uno con sus tratamientos.
Y luego tendremos casos en los que personas determinadas expongan recurrentemente esta zona del cuerpo ante sus seres queridos y dentro de la más estricta privacidad personal. Estas personas podrían estar preocupadas por la coloración de su ano. Como yo soy un ser perfectamente cavernícola, no entiendo la diferencia entre un ano oscuro, otro claro y otro de color ocre, tostado o café con leche. En este sentido, no veo inconvenientes o ventajas dentro de este reducido abanico cromático. Todos estos colores tienen un aire otoñal y casi indiscernible. Quizá podría tener cierta lógica teñirse el ano de colores más divertidos, como el azul turquesa o el verde botella; tal vez el futuro del tratamiento estético esté en el paso a cromatismos rompedores, con inspiración artística (el famoso azul Klein) o cinematográfica (el potentísimo rojo Minnelli que se veía en las películas en Technicolor de este director en los años 50).
De todas maneras, se echa de menos un poco de comprensión. Ante esta problemática de pigmentación habría que ser más condescendientes con nuestras parejas y seres queridos. Cualquier persona que descalifique a su pareja por el color de su ano está siendo un grosero, un insensible o incluso un racista. Creo firmemente en la tolerancia y en la convivencia de todos los anos, sean del color que sean.
Buen articulo.
Muy correcto e informativo. Si que es verdad que hay una serie de personas que les entusiasma la cirugía estética y quieren probar de todo. Para ellos también hay artículos y paginas que informan de como se debe practicar esta técnica sin problemas.
Saludos 🙂