El PP sabrosón

Todo el mundo ha recibido ya en su móvil el vídeo de Jorge Moragas, dirigente del PP, presentando la versión caribeña del himno musical del Partido Popular. El asunto ha causado la inevitable chacota y ha provocado que eso que se conoce como redes sociales se inunde de memes, chistes y humor a costa de este partido. Este himno adaptado al merengue forma parte de una tradición muy importante dentro del PP, relativa a la política de comunicación, y que es la tradición de equivocarse de forma indefectible. En este ámbito, el PP no pierde nunca la oportunidad de perder una oportunidad, y opta siempre por la solución más grotesca de entre todas las que tiene a mano. Algún analista fino podría decir que hoy en día lo importante es ser trending topic, independientemente de serlo por un motivo u otro. Es decir, que, para muchos expertos en mercadotecnia cibernética, lo único que importa es aparecer lo antes posible en el buscador de noticias de Google. Desde ese punto de vista, misión cumplida: el himno pepero en versión merengue ha invadido internet. Por otra parte, se me dirá que es mejor salir en twitter con motivo del himno humorístico que por el caso Gürtel, y quien lo diga tiene toda la razón, así que demos la enhorabuena al comité de expertos demoscópicos de este partido. Sin embargo, está por ver si este episodio extravagante tiene alguna fuerza como cortina de humo para poder distraer al electorado, que muy probablemente está hasta las narices del espectáculo sonrojante que todas las formaciones políticas nos brindan con una constancia magnífica.

El aspecto más interesante de este Caso Merengue es el descuadre entre estas iniciativas y quienes las protagonizan. El partido que saca el himno sabrosón es el menos sabrosón de los partidos; se pueden decir muchas cosas del actual cuadro directivo popular, y algunas elogiosas, pero el tono medio de todos estos dirigentes es muy poco tropical, si se me permite decirlo. Entre estos señores hay algunos especialmente antipáticos para el gran público, como don Rafael Hernando, portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados. El señor Hernando tendrá sus virtudes y sus talentos porque, si no los tuviera, no sería un político de primera línea en España; como todo el mundo sabe, en España hay un altísimo grado de exigencia para la clase política. Sin embargo, y bajo el prisma de la observación biológica pura y simple, el señor Hernando es un dirigente que en sus intervenciones públicas se caracteriza por el tono despectivo, la altanería medianamente chulesca y la ausencia de gracia y salero. Cuando el señor Hernando hace un chiste socarrón, el silencio en el auditorio es completo y definitivo (el cómico estadounidense Steve Martin solía decir que no hay nada tan relajante como recitar un monólogo de humor ante el público y disfrutar del silencio). La impresión que causa el señor Hernando es la de un hombre alejadísimo de la alegría despreocupada del Caribe. Y el señor Hernando no es una rara avis pepera; yo recomiendo a los lectores más pacientes que naveguen por las veinticinco páginas que en la web del PP están dedicadas a identificar a la Junta Directiva del partido. Se trata de una lista de 443 personas con gran valía pero que no inspiran ninguna gana de ponerse sandunguero ni de mover el cucu. Si contrataran a Carlinhos Brown para animar una convención del PP, Carlinhos se suicidaría.

La ironía, por tanto, está ahí: el PP vende seriedad, formalidad, compromiso con el equilibrio presupuestario y, desde ayer, también vende desmelene, sabrosura vacilona y congas del Caribe. No es la primera vez que el partido opta por iniciativas tan poco atinadas: en el año 2008, Rajoy promocionó y publicitó un vallenato colombiano con una letra indescriptible y con un estribillo que decía lo siguiente: “Vamos Rajoy / Mariano Rajoy / el Partido Popular / contigo estoy”. Parece ser que unos simpatizantes colombianos del PP compusieron esta canción tan desenfadada y la publicitaron hasta conseguir que Zapatero volviera a ganar las elecciones. La experiencia de aquel vallenato no ha evitado que el señor Moragas y los demás dirigentes tropicales del PP vuelvan a promover el ritmo calentorro entre los electores.

Mientras tanto, una encuesta que acaba de publicar el CIS indica que la falta de gobierno ocupa el número ocho en la lista de preocupaciones de los españoles. Podríamos estar ante la primera ocasión en la que los especialistas demoscópicos del Partido Popular se encuentren en sintonía con el electorado, y puede que este partido haya llegado por fin al fondo del alma despreocupada y hedonista de la sociedad civil.

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