El presidente López

Ha empezado la legislatura y el asunto está muy entretenido. Todos los espectadores han podido comprobar el pintoresquismo parlamentario con el que sus nuevas señorías van a hacernos disfrutar. La presencia en el Hemiciclo del bebé de Carolina Bescansa, diputada de Podemos, ha tenido ya su respuesta cibernética en forma de aluvión de memes y de gags humorísticos. Todo lo que rodea a ese niño es muy gracioso, sobre todo el afán de la diputada por exigir que los medios pixelen la cara de su hijo cuando resulta que la diputada ha tomado la decisión voluntaria de exhibirlo con mucha pompa en el escaño. También ha sido muy comentada la presencia de parlamentarios procedentes de ámbitos sociales inéditos en nuestra vida política, y en el nuevo Congreso tenemos pilotos, guardias civiles, cámaras de televisión y personajes con pelo rastafari.

Todo esto forma parte de la colección de anécdotas que hoy componen el núcleo del mundo político-televisivo en el que nos movemos. Y gracias a este circo, se ha pasado por alto una de las cosas que sí tiene relevancia, que es la designación de la Presidencia del Congreso. En virtud de las negociaciones más desinteresadas y altruistas, se ha decidido que este importantísimo cargo institucional le corresponde al señor socialista don Patxi López, antiguo lehendakari del Gobierno Vasco. La valía del señor López como dirigente político está acreditada y su talante es un activo valiosísimo para encarar la procelosa legislatura en la que nos embarcamos, como diría cualquier cronista cursi. El señor López tiene experiencia larga en la política vasca, que durante los últimos treinta años no ha sido el medio ambiente idóneo para cualquier dirigente socialista porque, como todos sabemos, algunos señores socialistas se morían accidentalmente de un tiro en la nuca. En virtud de este bagaje, los jefes y negociadores de los partidos han decidido nombrar a López, y que sea en buena hora.

Sin embargo, tenemos que decir que la Presidencia del Congreso es por su importancia la tercera magistratura del Estado y tiene un componente técnico y procedimental muy acusado. El Presidente del Congreso tiene que tener un conocimiento detallado del reglamento de la Cámara y de los usos y costumbres del parlamentarismo español. Y el señor López es muchas cosas pero no es un técnico. Según se dice en Wikipedia (y que Dios me libre de dudar de Wikipedia), López estudió ingeniería industrial pero no llegó a terminar sus estudios y (cito textualmente) “abandonó la carrera a los 28 años [de edad]”. Eso no le invalida para regir la Cámara, pero sí que nos da pie para señalar que estamos ante el Presidente del Congreso con menos formación técnica de toda la Monarquía Parlamentaria desde 1977: por ceñirnos solamente a los socialistas, José Bono es abogado y profesor de la Complutense; Manuel Marín era especialista en Derecho Europeo; Félix Pons era profesor de Derecho Constitucional y Administrativo; y Peces Barba, catedrático de Filosofía del Derecho y redactor de la Constitución. No por tener un currículum más o menos brillante uno va a ser mejor o peor Presidente del Congreso, pero me da en la nariz que hay un montón de embrollos procedimentales que pueden surgir en un parlamento tan heterogéneo como el que ahora empieza a andar, y una buena idea podría haber sido poner a alguien con más peso específico, porque además resulta que, pese a su experiencia política, hasta ayer por la mañana el señor López nunca había sido diputado en el Congreso.

Algún lector inteligente podría decir que esta entrada de blog tiene un tufo a elitismo académico que no se puede aguantar, y es verdad que el señor López puede ser un magnífico presidente parlamentario, siempre y cuando se rodee de un gabinete técnico de enjundia. Otros podrían añadir que este presidente de experiencia ignota y formación parlamentaria no acreditada es el hombre adecuado para presidir un parlamento con la cantidad habitual de demagogos, pelotas, filibusteros y francotiradores y la nueva hornada de elementos heterodoxos folclóricos. Bien. Incluso alguno me dirá que López forma parte de una línea paralela y diferente de presidentes socialistas vascos de Cámaras Legislativas, línea que se inició con don Javier Rojo, presidente del Senado entre 2004 y 2011 y de profesión maestro industrial de Artes Gráficas en la fábrica vitoriana de Heraclio Fournier, que como se sabe es una de las empresas productoras de naipes más importantes del mundo.

El señor Rojo sabía mucho de naipes aunque no estaba claro que supiera de reglamentos parlamentarios: sin embargo, en el desempeño de su cargo institucional este señor pasó desapercibido. Esperemos que a Patxi López le pase lo mismo, aunque no es comparable el balneario senatorial que dirigió Rojo con el cafarnaún bullicioso y descontrolado que hoy se nos presenta en el Congreso. Deseamos mucha suerte al señor López y le damos nuestra enhorabuena.

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