Los candidatos (III): Albert Rivera

Hablemos hoy de un candidato adscrito a un partido que todavía no tiene representación en el Congreso de los Diputados pero que, por lo que parece, podría ser una de las formaciones importantísimas en eso que se llama la gobernabilidad. Nos referimos a Ciudadanos. Los que elaboran las encuestas nos aseguran que este partido va a obtener una representación nutrida e inaudita para un partido nuevo en el Parlamento. Al igual que ocurre con Podemos, Ciudadanos es un partido reaccionario, aunque con reaccionario estamos aludiendo a que Ciudadanos se creó como una reacción contra algo, y muy concretamente contra el nacionalismo catalán. Ciudadanos surgió cuando diversas personalidades del antinacionalismo en Cataluña montaron una plataforma más o menos informe en la que la idea basal era el inconformismo con respecto a la hegemonía del movimiento nacionalista. Estas personalidades designaron al señor Rivera como líder cuando este señor Rivera tenía solamente 27 años y no era conocido por nadie, y utilizaron en la propaganda electoral una foto suya en cueros.

Por tanto, el comienzo de Rivera en política fue relativamente rocambolesco: como líder nudista en un partido-Frankenstein de carácter estrictamente reaccionario. Con el paso del tiempo, se han producido alrededor de este hombre dos fenómenos muy significativos: por un lado, el partido que representa se ha encontrado con un panorama muy favorable, derivado del acaloramiento de la situación catalana y de la descomposición de los grandes partidos nacionales. Ambos fenómenos han silueteado a Ciudadanos y le han dado un cierto empaque programático, empaque más o menos difuso pero lo suficientemente demagógico como para ir llegando al corazón de la gente. En segundo lugar, durante los últimos dos años se ha producido un asentamiento personal del propio señor Rivera, asentamiento que no admite discusión posible. Albert Rivera era un hombre muy joven, con aspecto irreprochable y que desde un punto de vista indumentario cumplía con la preceptiva falta de corbata; ahora es también un orador fulgurante, osado y, en definitiva, fantástico. Rivera lleva varias temporadas saliendo a pecho descubierto en los programas de televisión más enmarañados que existen, que son los debates de La Sexta, Telecinco o Cuatro. Allí ha cogido un dominio del medio que le pone en una situación de franca ventaja con respecto a cualquier otro. Rivera va a ver al Follonero, o acude a El Hormiguero, o se persona en cualquier otro espacio televisivo de mayor o menor hostilidad, y siempre sale a hombros. Rivera es el político español con mayor velocidad retórica y es, además, uno de los políticos que menos mete la pata; esa combinación de velocidad y fiabilidad es insólita y convierte a Rivera en un candidato potencialmente imbatible.

En consecuencia, se puede afirmar que, de entre toda la parrilla de candidatos a la elecciones generales de 2015, Albert Rivera es un señor que destaca muy positivamente. Al lado de Rivera, los demás candidatos parecen personas tumefactas y recién despertadas de una larga siesta. Sin embargo, no podemos soslayar el hecho de que las ráfagas de oratoria y la telegenia rotunda a veces no son suficientes en la lucha electoral. Como ya hemos dicho en esta serie, en España hay un sector del electorado que forma un bloque inquebrantable y que vota como un solo hombre al candidato que está gobernando. Además, hay que decir que el partido representado por el señor Rivera sigue siendo una amalgama heterogénea de individuos por definir. Los partidos que en España han gobernado sólo lo han hecho cuando han se han convertido en un ejército piramidal y unitario que camina al paso del tamboril. En el caso de Ciudadanos, puede parecer que el señor Rivera ha ido más rápido que su propio partido y que el partido aún no tiene la estructura suficiente como para poder pelear a muerte en todas las circunscripciones electorales. Incluso se puede adivinar que desde un punto de vista programático Ciudadanos no tenga preparadas respuestas para todo. En esto, la ventaja de los partidos viejos es enorme, ya que estos partidos llevan décadas masticando ponencias y regurgitando doctrina en comisiones programáticas.

Una vez dicho todo esto, tenemos que añadir que estamos en un momento sin precedentes porque hasta ahora no habíamos visto tan depauperados a los partidos del establishment, y porque hoy en día vivimos en un mundo cibernético imprevisible en el que dos trending topics bien puestos y difundidos pueden acabar con un político. Hoy en día, la forma lo es todo, y el fondo se difumina. En este terreno, que es el terreno estrictamente nuevo, el señor Rivera está desenvolviéndose como pez en el agua y está provocando casos clarísimos de colitis entre los asesores y cerebros de PP y de PSOE. Por tanto, ojo con Rivera.

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