Ya tenemos montado el lío postelectoral. Podemos ha entrado en las instituciones con la estridencia que todos ustedes han tenido ocasión de ver. Eso ha tenido varias consecuencias inmediatas: en primer lugar, el PP se ha convertido de forma automática en un partido en franca descomposición estructural. Personalidades muy relevantes del organigrama popular están dimitiendo y/o reclamando el cese de los líderes supremos del partido. La candidatura de Mariano Rajoy a las próximas elecciones generales se encuentra ahora en cuestión. El presidente del Gobierno ya no es un líder templado y admirable sino que es un pusilánime tancredista que no parece capaz de tomar una decisión bajo ninguna circunstancia. Esta mutación se ha producido en cuestión de horas y nos devuelve a las épocas de la UCD.
Existen además otras dos novedades en el panorama político: el miedo a Podemos y el galimatías combinatorio de la gobernabilidad. La irrupción de Podemos ha provocado que las personas más sensibles a cualquier menoscabo de la sistemática social vigente se encuentren paralizadas por el miedo a que esta nueva formación se embarque en un frenesí de reformas que trastoquen la realidad consolidada. Por el momento, los focos de interés están en Madrid y en Barcelona; en Madrid, ya se recalcan algunos aspectos pintorescos del programa de la señora Carmena, como la propuesta de transformación del golf del Club de Campo en un terreno agropecuario de uso público. Nosotros pensamos que la mayoría simple de Podemos en Madrid no va a ser herramienta suficiente para acometer cambios de calado, aunque todo dependerá de las ganas de marcha del nunca bien ponderado Antonio Miguel Carmona. Carmona es un político al que ya hemos homenajeado en este blog y cuya maleabilidad multiforme merece todo nuestro respeto.
En Barcelona, la posible proclamación de una alcaldesa como Ada Colau ha tenido un impacto tremendo en la ciudad, puesto que esta señora se ha caracterizado hasta ahora por el manejo de una dialéctica televisiva demagógica de una pureza absoluta. No tenemos la menor idea de cómo va a desenvolverse la futura alcaldesa en el ejercicio de sus funciones; sin embargo, sus primeras declaraciones de calado, aunque demagógicas, están siendo más o menos moderadas. Ayer proclamó que con el presupuesto municipal para la celebración de la Fórmula 1 se podría dotar durante un año el servicio de comidas de las escuelas públicas de la Ciudad Condal, escuelas que por lo que se ve están en un momento de depauperación económica impresionante. Como soy una persona a la que el atractivo de la Fórmula 1 le resulta incomprensible, soy receptivo a este tipo de demagogia; probablemente existan expertos que calculen el fabuloso impacto económico que tiene este deporte en la economía de la ciudad, pero hasta que salgan estos expertos me permito aplaudir la iniciativa populista de la señora Colau. Tendremos mucho tiempo para asombrarnos con la capacidad imaginativa de la lideresa de los desahuciados.
En todo caso, nos da que el conglomerado de partidos que debe gobernar en Barcelona es lo suficientemente colorido como para que no prospere prácticamente ninguna iniciativa. Y he aquí otra de las consecuencias importantísimas de estas elecciones: la atomización de la representatividad. Del bipartidismo estricto hemos pasado a la ensalada de partidos. En Pamplona, por ejemplo, hay nueve formaciones políticas con representación en el ayuntamiento. Esta atomización es más bien una italianización de la cosa pública, porque los nuevos ayuntamientos no solamente vienen fragmentados sino que también vienen cargados de populismo a pecho descubierto, dos características que, prolongadas en el tiempo, han hecho de Italia el divertidísimo país que todos conocemos. Como parece que esta italianización tiene posibilidades de arraigar entre nosotros, yo propongo a los partidos mayoritarios una solución italiana a los problemas que tienen en estos momentos, y esa solución es el fichaje como candidato a la Presidencia del Gobierno de Carlo Ancelotti, recién destituido entrenador del Real Madrid. Ancelotti es un italiano atípico que tiene una flema asombrosa y un temple fenomenal. Suponemos que, como ciudadano transalpino, Ancelotti está acostumbrado a convivir con el desbarajuste generalizado y sabemos a ciencia cierta que es un experto en gestión de grupos conflictivos; está preparado para lidiar con personas caprichosas, absurdas y completamente multimillonarias, una combinación de difícil manejo; y Ancelotti es un hombre que mantiene un sentido del humor a prueba de bombas, dentro de una corrección absoluta en todas sus intervenciones. Como presidente, Ancelotti garantizaría el respeto absoluto hacia las instituciones europeas y hacia el ordenamiento jurídico vigente, y el mantenimiento de un control férreo del cretinismo imperante. Además, creemos que para dirigir el país en estos momentos no es imprescindible un gran conocimiento de la sociología política ni de los fundamentos de la economía, sino que lo que se exige es el cumplimiento de las premisas fundamentales que se formulan desde las instancias de la UE y del BCE. Durante su larga carrera como entrenador, Ancelotti ha tenido que lidiar con dirigentes futbolísticos mucho más arbitrarios e imprevisibles que los políticos europeos, y siempre ha salido bien. Y por si esto fuera poco, Carlo Ancelotti está mostrándose como un hombre que tiene el apoyo mayoritario de la masa social del Real Madrid, que como todas las masas sociales futbolísticas es un ente caótico y con gran inclinación al populismo desvergonzado. Ancelotti sale muy bien en las encuestas y eso es algo de la mayor importancia.
Por tanto, aprovechen ustedes a Ancelotti. Es el hombre que puede salvar al bipartidismo.