El Partido Socialista de Madrid ha designado ya a sus candidatos para las próximas elecciones autonómicas y municipales, candidatos que, como todos ustedes saben, son Ángel Gabilondo (que opta a Presidente de la Comunidad) y Antonio Miguel Carmona (que va como candidato a alcalde). El proceso que se ha seguido para elegir al señor Gabilondo ha sido más bien rocambolesco, pero la cosa es que este importante catedrático ya es la persona de referencia en estas elecciones. Se comenta que el PSOE ha querido dar un giro completo a la dinámica electoral de los partidos y que con Gabilondo busca repetir el éxito que, hace más de treinta años, se obtuvo con Enrique Tierno Galván, el Viejo Profesor, de tan grato recuerdo para muchos. Los lectores más jóvenes quizá no sepan que el señor Tierno fue un alcalde madrileño que supo combinar la gracia castiza con un gran sentido político y con un olfato espectacular para leer el momento en el que vivió, que fue un momento de apertura y de cierto desmelene sociocultural. Según se nos dice ahora, Ángel Gabilondo es una persona de gran inteligencia, honradez, sentido común y firmeza ideológica, además de ser un señor que no tiene carné del PSOE, lo cual le concede un plus de independencia. En sus primeras intervenciones como candidato, Gabilondo ha sido un orador diferente, y ha optado por hablar muy pausadamente, no elevar la voz, decir un número inusual de cosas sensatas y citar a Kant en sus mitines. En general, ningún español es capaz de entender una palabra de lo que escribió Immanuel Kant, pero a muchos de nosotros nos gusta el mero hecho de que algún político cite al gran filósofo alemán, aunque no entendamos ni jota. La adulación estimulatoria de la cultura que uno no tiene es otra forma de demagogia, quizá más elevada que la habitual, y desde luego es un rasgo de buen sentido político.
Ante tal acumulación de hechos insólitos protagonizados en muy poco tiempo por el señor Gabilondo, los espectadores más finos están encantados. La política española lleva varios lustros deslizándose por una pendiente en la que sólo aguantan los personajes más pringosos, aquellos que más capacidad prensil poseen. La proliferación de políticos de carrera nos ha llevado a un mundo en el que unos líderes elegidos a dedo lanzan mensajes enlatados para electores poco exigentes, y cuando aparece alguien que se sale un poco del patrón nos llevamos una alegría tremenda. En este sentido, bien por Gabilondo. Sin embargo, y arriesgándonos a ser aguafiestas, es muy importante recordar que el señor Gabilondo es un hombre que no acaba de salir de la caverna de Platón (por seguir con la línea filosófica) sino que viene de ser ministro del último gobierno del señor Zapatero, un cargo que Gabilondo ocupó no hace veinte años sino hace veinte meses, como quien dice. Eso no es necesariamente un problema, siempre y cuando uno no tenga la memoria de un mosquito. El señor Gabilondo es una persona brillante y de gran talla que estuvo dos años incrustada en un gobierno que según buena parte de los analistas ha sido uno de los dos o tres gobiernos más calamitosos que se recuerdan. Es verdad que Gabilondo decidió tomar una postura silente y camuflada, cosa que, a mi modo de ver, fue un acierto. Y hay que valorar la templanza que un hombre brillante como Gabilondo tuvo que demostrar sentándose semanalmente en el Consejo de Ministros junto a personalidades de la categoría de Manuel Chaves, Leire Pajín o el nunca bien ponderado José Blanco.
Por tanto, el candidato Gabilondo es una persona discreta, de alto nivel político y, por lo que vemos, con mucho aguante y benevolencia. En este sentido, sólo podemos alegrarnos. Tenemos por fin un candidato que se sale de las robotizadas hechuras habituales, y que parece dirigirse al público como si éste no fuese completamente idiota. No obstante, hay algunos estudiosos que dicen que para ir a la contienda electoral con garantías hace falta participar medianamente en el circo, y temen que el señor Gabilondo no tenga el suficiente garbo telegénico. Afortunadamente, el Partido Socialista es una organización mágica de carácter multiforme, y se da la circunstancia de que la persona que figura junto a Gabilondo en el ticket electoral no es otra que Antonio Miguel Carmona, quien, como ya hemos mencionado en este blog, es un candidato a alcalde de gran efervescencia mediática y de cualidades alborotadoras fuera de duda. O sea, que Carmona es estrictamente un antiGabilondo. Carmona va a un debate de la tele y se ríe, llora, se compunge, cuenta chistes, canta una habanera o descalifica con el dedo en alto, y todo este carrusel se desarrolla en cuestión en minutos, con una gracia indiscutible y con un sentido del ritmo sin parangón. Carmona es un personaje televisivo de un nivel magnífico al que uno no puede dejar de mirar. Por tanto, Carmona es un agente infalible en todo este conglomerado porque va a encargarse de recoger buena parte del voto audiovisual que puede escapársele a Gabilondo. Y, por otro lado, un votante reformista de Gabilondo acabará aceptando a Carmona como peaje que hay que pagar si queremos una política de alto nivel a largo plazo. Además, creemos que en general los votantes van a votar al ticket completo, y que no van a hacer ninguna discriminación entre un candidato y otro. No es imaginable que alguien vote de forma simultánea a Gabilondo para Presidente y a uno del PP para alcalde. Significaría coger dos papeletas de dos esquinas diferentes de la mesa. La política en España no ha llegado aún a ese nivel de refinamiento.
En consecuencia, nosotros pensamos sinceramente que la combinación Gabilondo-Carmona es muy interesante para el Partido Socialista y que este equipo electoral presenta a priori una solidez rotunda y acorazada. Se cubren todos los espectros. Gabilondo puede estar en la Casa de América glosando El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, y a la misma hora podemos tener a Carmona fajándose con Marhuenda, Inda y Tania Sánchez en la lucha canaria de La Sexta Noche.