En estos momentos hay grandes follones mediáticos que van solapándose en prensa, radio, televisión y en cada uno de nuestros smartphones. Uno de los avances significativos de la vida moderna consiste en que una noticia de impacto provoca automáticamente una avalancha de coñas marineras en forma de mensajes de WhatsApp. Todos estos chistes provienen de orígenes ignotos y no responden a ninguna ley o reglamento, puesto que pueden venir provocados por cualquier asunto de actualidad: en algunos casos (como en el del reciente farsante Nicolás), las bromas salen solas, sin esfuerzo, como una prolongación naturalísima del propio asunto cómico; en otros episodios, como en el del ébola, las bromas parecen un poco más discutibles o de peor gusto. El caso es que hemos llegado a un punto muy interesante, que es el punto siguiente: me da la impresión de que, para una parte muy significativa de la ciudadanía, un asunto de actualidad no existe si no viene glosado en una torrentera de bromas por WhatsApp. Uno se encuentra frecuentemente con gente que ve pasar las noticias de forma superficial pero que sólo se informa con algún detalle cuando ve que hay algún asunto que es trending topic y protagonista de miles de chanzas cibernéticas.
Por tanto, la importancia de las cosas se mide en función de la cantidad de fotos trucadas, chistes y tuits ingeniosos que esas cosas han podido provocar, y si no hay bromas no hay asunto. Y algunos asuntos no existen. Como alguno de nuestros lectores sabrá, desde hace semanas hay mar gruesa en el partido político UPyD, a costa de la figura de Francisco Sosa Wagner, que era el jefe de los eurodiputados de ese partido. Y digo era porque desde hace unos días ha dejado de serlo. Este señor que habitualmente viste con pajarita publicó en agosto un artículo en el diario El Mundo sugiriendo una colaboración de su partido con Ciudadanos, que como sabrán ustedes es una formación política de origen catalán cuyas coincidencias ideológicas con UPyD son evidentes. Este artículo del señor Sosa era razonablemente respetuoso en el tono y estaba bien traído en el fondo, aunque en él también se pedía (en una sola línea) una reducción de algunas prácticas suavemente dictatoriales de la dirección de UPyD que este señor Sosa detectaba en algunos lugares de España. Esta petición era imprecisa y desconcertante, pero era un detalle menor en sus recomendaciones. Y de pronto la dirección del partido ha abierto una guerra contra el señor Sosa y ha buscado su destrucción política.
Este asunto, del que no hay chistes en Internet, es un asunto muy significativo porque estamos hablando de un partido que hasta hace poco era uno de los pocos que podían presumir de no estar englobados dentro de las famosas castas, dado que UPyD nunca ha gobernado y, en consecuencia, no ha dispuesto aún de tiempo real para poder acaparar privilegios, contratos, comisiones y demás. UPyD intentaba vender decencia, y además lo hacía dentro de unos límites de demagogia moderadamente controlados, ya que no propugnaba la aniquilación del sistema capitalista ni la instauración de un régimen asambleario. Todo esto convertía a esta formación en una salida electoral digna para un elector resignado y corriente.
Pero resulta que el partido ha depurado rápidamente a un señor que, independientemente del tono de su carta de agosto, es un político aficionado, dicho sea esto de la manera más elogiosa. Según cuentan fuentes de toda confianza, este señor Wagner es un estudioso del derecho administrativo y una persona que en sus años como parlamentario ha presentado una inclinación hacia la búsqueda del funcionamiento más eficiente en su trabajo, y ha participado en sesiones de la Cámara, y ha publicado artículos de opinión con un sentido práctico más o menos insólito. Y algunas personas piensan que el partido, en esta escaramuza contra Sosa, ha ofrecido una imagen altamente sectaria, y eso que todavía no gobiernan en ningún sitio. Esta revelación de UPyD como una formación con brigadistas, comisarios y expiaciones nocturnas es una de las sorpresas más desagradables que se han podido ver últimamente en la política española, porque nos desvela que la ramplonería global va achicando espacios y va dejando el panorama electoral sin apenas sitio para el razonamiento y el libre examen.
Sin embargo, todo esto, que es importantísimo, no ha sido trending topic, y no parece que le haya importado a nadie. Si no hay collages cómicos con Sosa Wagner siendo lapidado con su pajarita puesta, no hay asunto.