Se ha sabido que hay un libro de texto de la asignatura de Lengua destinado a la enseñanza de niños de seis años de edad en el que por lo visto se recogen poemas de eminente cariz infantil, como El Lagarto Está Llorando, de García Lorca, o Era un Niño que Soñaba, de Antonio Machado, y estos poemas se acompañan con brevísimas notas biográficas sobre sus autores. Por lo visto, estas biografías ocultan o disfrazan datos fundamentales acerca de la muerte de los poetas: de García Lorca se dice que murió “cerca de su pueblo, durante la guerra en España”, como si don Federico hubiera sufrido un episodio coronario mientras cogía moras en el monte, y de Machado se afirma que “se fue a Francia con su familia”, como si el autor de Campos de Castilla se hubiera animado a hacer una excursión planificada voluntariamente para admirar las maravillas del país vecino. Todos sabemos que García Lorca fue asesinado mediante el procedimiento del paseo y que sus restos aún permanecen ilocalizables, y sabemos que Machado murió miserablemente poco después de exiliarse en Francia.
Estas anomalías biográficas han sido detectadas por un organismo público que se llama Dirección General para la Memoria Democrática, adscrito a la Junta de Andalucía, cuyo responsable, don Luis Naranjo, ha dicho que las afirmaciones de este libro de texto son “antidemocráticas”, según informa el diario El País. Naranjo critica el «eufemismo insoportable» de los comentarios sobre los dos poetas, comentarios que «traicionan la verdad histórica y no cumplen con unos mínimos estándares de rigurosidad para su estudio en las aulas». La editorial Anaya ha lamentado esta polémica y ha dicho que revisará los textos de cara a que sean más fieles a la realidad histórica.
Esta noticia nos sirve, en primer lugar, para descubrir que en Andalucía existe una unidad de rastreo de comportamientos antidemocráticos, una unidad con categoría de Dirección General y que suponemos que está dotada con un presupuesto importantísimo y nutrida por profesionales policiales de primer nivel. Está bien que así sea, y que encuentren y denuncien en buena hora los excesos. En segundo lugar, esta noticia nos ha revelado que hay niños muy pequeños que tienen a su disposición un manual de Lengua perfectamente manipulado desde un punto de vista histórico. Ahora bien: existe la posibilidad de que el autor de este manual haya tenido algún contacto con niños de seis años y haya visto que exponer los aspectos más truculentos de la muerte violenta, la guerra y la miseria humana a un chavalín no parece un asunto prioritario en la formación de un niño de esta edad. Un niño de seis años puede ser un auténtico bicharraco y puede protagonizar episodios de destrucción y de caos, pero en general mantiene todavía un grado extremo de inocencia que es detectable en cuanto uno tiene ocasión de hablar con él de cualquier asunto, así que, en este sentido, podemos estar de acuerdo con el autor del manual, que ha decidido omitir detalles notorios. También es verdad que hay métodos mejores para poder tratar estos asuntos biográficos tan tenebrosos sin tener que manipularlos groseramente, y uno de esos métodos podría ser el no tratarlos en absoluto. No hay ninguna necesidad de que un niño de seis años sepa nada de la vida de estos insignes poetas. El niño tiene que conseguir leer las poesías y tal vez pueda aprendérselas de memoria y recitarlas después ante sus abuelos y tíos con gran aparato gestual y con una reverencia teatral al terminar, consiguiendo el aplauso de toda la reunión. Nos da la impresión de que eso es todo lo que puede exigírsele a un niño pequeño. Por tanto, una gran idea podría ser mantener en el libro de texto estos poemas, sin más, y que cuando el niño vaya cumpliendo años se le exponga de forma paulatina el inagotable catálogo de atrocidades que el ser humano es capaz de cometer en nombre de cualquier disparate. Tiene que ser muy difícil explicar a uno de estos niños pequeños que los autores de unos poemas tan delicados como éstos fueron galardonados de forma fatal con una muerte vil y atroz; bastante complicado resulta ya para un padre normal el tener que transitar con su hijo por la violencia espectacular de los cuentos clásicos del tipo Caperucita o Blancanieves, con su torrente de depredaciones, aperturas de vientres lobunos para sacar cabritillos vivos, envenenamientos de doncellas, odios horripilantes y tentativas de canibalismo (como en Hansel y Gretel). Al menos, en estos cuentos hay una enseñanza reformatoria y preventiva; tal vez un poco bestia, sí, pero enfocada al enaltecimiento del buen comportamiento y en la que se castiga a los malos. Por el contrario, en las circunstancias de la muerte de García Lorca y Machado no se ve ninguna enseñanza provechosa. Estos señores compusieron unos poemas delicadísimos, de una sonoridad musical irrepetible, y resulta que en un momento dado estos escritores formidables se encontraron con la muerte de la manera más cruel y absurda. Las consecuencias que un niño saca de todo esto tienen que ser muy complicadas de digerir.
Dejemos a los niños tranquilos durante algún tiempo. Bastante triste es ver que el lagarto y la lagarta de Lorca lloran porque han perdido su anillo de desposados.