Ségolène y el ecologismo

El partido socialista ha sufrido un revolcón en la elecciones municipales recién celebradas en Francia. Por este motivo, el presidente Hollande ha decidido cambiar parte de su gobierno, ascendiendo a primer ministro a Manuel Valls, conocido derechista de izquierdas o izquierdista de derechas, y además Hollande ha nombrado ministra a su ex pareja, Ségolène Royal. El paciente lector de este blog sabrá que Ségolène es una mujer que, estéticamente, a mí me gusta mucho: esta señora presenta un conjunto armónico de ojos vivos, sonrisa impactante, y una osamenta y un cuello incomparables, y todo ello presidido por lo que es, a mi juicio, lo más importante: una gran expresividad. Ségolène es una señora de sesenta años y al verla uno se da cuenta de que esta mujer ofrece desde un punto de vista estético más de lo que cualquiera puede pedir.

Sin embargo, lo que importa es que la señora Royal sepa desempeñar su trabajo. Y el hecho es que a Ségolène le han hecho responsable de Ecología, una cartera ministerial que no tiene homologación comparable en nuestro país; aquí tenemos un ministro de Medio Ambiente, que es por ahora el campechano señor Arias Cañete, pero que también es responsable de Agricultura y de Alimentación. Ségolène es ministra de Ecología en exclusividad. Entendemos que se dedicará a vigilar el mantenimiento de un correcto equilibro en el mundo natural y que perseguirá las prácticas contrarias a la contaminación.

En los últimos años, los partidos y agrupaciones de izquierda son los que han llevado la bandera del ecologismo, aunque también existe un ecologismo de derechas, pero habría que explicar las diferencias entre uno y otro. Podría decirse que el ecologismo de izquierdas es un ecologismo profesional y radical, tanto en sus fundamentos teóricos como en sus métodos de actuación: el ecologismo de izquierdas es una especie de industria organizada que está en contra de cualquier práctica que menoscabe el medio ambiente, entendido éste como un conjunto unitario y monolítico, y este ecologismo a veces no se caracteriza por el matiz excesivo: el ecologista de izquierdas es un militante total, que ha tomado una postura integral, permanente y continua, que no descansa en su empeño y que en general está en contra de todas las emisiones de CO2, la extinción de cualquier animal (por muy pernicioso e invasivo que sea), la caza, la pesca excesiva, las corridas de toros, el motor de explosión que consume hidrocarburos y así sucesivamente.  Eso se traduce en una actitud loable pero que, en el mundo moderno, choca contra la realidad desarrollada y presente, porque en general los ecologistas son personas insobornables que sin embargo viajan de vez en cuando en automóvil y en avión, tienen un IPhone y son propietarios de muchos objetos en cuyo proceso de fabricación se han conculcado muchísimos derechos ecológicos. Eso sí: estos señores ecologistas reciclan la basura y tienen una cocina de gas natural. El ecologismo de derechas, por el contrario, es mucho menos frecuente y presenta una intensidad mucho más baja, dándose el caso de que hay ecologistas de derechas que no saben ni que lo son. Existen todavía unos latifundistas millonarios que en sus fincas mantienen sin querer un equilibrio singular entre la explotación agrícola de las ahora llamadas sostenibles, el mantenimiento de unos niveles de población animal bien balanceados y la escasa utilización del combustible fósil; estos millonarios no tienen la menor idea de lo que es el ecologismo pero el hecho es que, quizá por casualidad, están fomentando la preservación del sistema. Otros ecologistas inconscientes son, por ejemplo, algunos pequeños cazadores, contra lo que pueda parecer. El escritor español Miguel Delibes era un cazador, y conocía mejor que nadie los mecanismos de funcionamiento de las especies. Delibes sostenía que una caza moderada era un agente positivo más dentro del equilibrio ecológico porque mediante ese tipo de caza podían corregirse determinados excesos de la fauna, excesos que el hombre, como depredador, ha corregido siempre. 

Evidentemente, el ecologismo de izquierdas es mucho más contundente, y nuestra admirada Ségolène ha sido reclutada para que lidere esta causa. Es de esperar que contribuya a la erradicación de eso que se llama cambio climático, un fenómeno que todos asumimos como cierto y que nos preocupa muchísimo, salvo a cuatro o cinco escépticos que de vez en cuando salen por la tele diciendo enormidades tales como que ese supuesto cambio es una engañifa, y lo hacen basándose en que las muestras de datos que hay sólo corresponden a una ínfima parte del devenir histórico de la Tierra, o que incluso el calentamiento no es relevante (algunos dice que la temperatura ha subido solamente ocho décimas en cien años), o incluso se atreven a decir que las emisiones de CO2 provenientes de los excrementos de los animales son mayores que las de toda la industria mundial. Estos escépticos son oficialmente unos zumbados . Esperemos que la señora Royal pueda contribuir a arrinconarlos, aunque convendría que esta ministra, que tanta admiración estética nos provoca, empiece a ir en bici a los consejos de ministros, que se vista con ponchos confeccionados de forma sostenible y que abandone el uso de ungüentos cosméticos no ecológicos y de lacas contaminantes. Estamos convencidos de que su belleza natural, a cara lavada, seguirá siendo arrebatadora.

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