Josep Antoni Duran i Lleida es el jefe del partido Unió Democrática de Catalunya y portavoz de CiU en el Congreso de los Diputados. Es un señor magníficamente calvo, de una calvicie completa y definitiva. Señalar esta condición física parece superfluo, pero no lo es, puesto que Duran es un hombre que, usando las armas de la dialéctica y la prestancia personal, ha vencido a la calvicie, consiguiendo que esta falta de pelo se pase por alto y que no exista. Por tanto, este señor nunca ha dejado de ser calvo pero su figura y su manera de expresarse le sitúan en un plano superior en el que el atractivo personal emana de la figura completa y en el que, consecuentemente, la alopecia no tiene ninguna importancia.
Con esto queremos decir que Duran i Lleida es un político de gran talento, porque, además de conseguir que no nos fijemos en su calva, también ha conseguido que pasemos por alto que nació en Huesca. Porque Duran es un catalanista oscense, aragonés, y es un detalle que no tiene importancia pero que ahí está, como sin estar.
Otro detalle de mucho calado que sin embargo es soslayado recurrentemente es el hecho de que, durante los días que pasa en Madrid trabajando en el Congreso, el señor Duran vive en el Hotel Palace, o en el Palace Hotel, como se decía en los años treinta. Vivir en el Palace tiene que ser una cosa de lo más interesante, y además es una tradición que entronca con las costumbres de la Segunda República española, época en la que el Palace era el lugar en el que las delegaciones catalanas de políticos de Esquerra llevaban a cabo sus negociaciones del Estatuto y cocinaban sus acuerdos parlamentarios con los grandes mandamases de la izquierda republicana, particularmente con los señores Azaña y Marcelino Domingo. Está bien que Duran retome la política de estar en el Palace (que es un lugar en el que por otra parte se está la mar de bien), pero en estos tiempos que vivimos hay que reconocer que el Palace no representa la quintaesencia de la frugalidad, ni mucho menos. No obstante, Duran está allí y todavía no hemos oído a ninguna plataforma ciudadana e indignada quejarse del supuesto lujo con el que vive el político democristiano, lo cual es otra muestra de la habilidad personal de Duran.
Por todo ello, digamos que Duran es un personaje inteligentísimo que además se aleja del patrón robotizado del que participa la gran mayoría de políticos actuales. Cuando está en la tribuna, Duran habla sin papeles, educadamente y sin levantar la voz; dice cosas de aparente sentido común y sale de cualquier entuerto dando una impresión muy positiva. Es verdad que sale de los entuertos sin resolverlos, pero sale muy bien. Y, además, seamos francos: ¿qué político de hoy resuelve algún entuerto? Ninguno.
En estos días, Duran tiene encomendado el difícil trabajo de defender en el Congreso una idea que no parece compartir personalmente: la idea de una Cataluña enfadada y harta de agravios. Por el contrario, Duran da la impresión de que no está enfadado con nadie y de que sus circunstancias particulares son medianamente satisfactorias dentro de la función que desempeña en el Régimen actual. En consecuencia, Duran, que ha demostrado ser un líder con mucho tacto, no ha querido armar ninguna marimorena al Gobierno y ha optado más bien por la advertencia: algo así como «si ustedes no llegan a una solución consensuada con la Generalitat, mucho ojo porque esta gente va embalada y se va a armar una muy gorda». Duran ha adoptado el tono que usaba hace treinta y cinco años otro político de gran talla: Xabier Arzalluz, quien realizaba similares advertencias en el Congreso (aunque referidas al terrorismo) mientras se redactaba la Constitución. Esta estrategia es una nueva muestra de la habilidad de Duran, que opta por el estilo descriptivo condicional y que así cumple su cometido sin que la refriega le manche ninguno de los maravillosos trajes que siempre lleva puestos.
Que facil es leer lo que escribes y que entretenido, enhorabuena.
Ya tienes otro fan.
Por cierto, he leido una crítica a tu libro publicada en El Mundo y colgada en el Blog y no he conseguido entender ni una sola palabra. Tu entiendes algo????
Muy amable, don Joaquín. Quizá la crítica es un poco alambicada, pero me parece que el crítico ha disfrutado con el libro, cosa que es de agradecer. Un abrazo