El horario español

El Gobierno ha encargado un informe técnico para estudiar la posibilidad de que España adopte el huso horario que se maneja en Portugal y en el Reino Unido, lo que significa retrasar el reloj sesenta minutos de manera permanente. Por lo visto, ése sería el huso horario más adecuado a nuestra ubicación geográfica, que está dentro del arco de los primeros quince grados de longitud del meridiano de Greenwich. Este horario inglés es el que se tenía en España desde el acuerdo internacional de 1884 hasta 1942, fecha en la que los aliados en la II Guerra Mundial decidieron adelantar sus relojes por motivos estrictamente bélicos. España se adecuó a ese cambio bélico en el huso pero después de la guerra no volvió a retrasarlo, en lo que fue una de las medidas absurdas enmarcadas dentro del aislamiento de nuestro país.

En principio, parece que existen motivos que justificarían este cambio, todos relacionados con el ahorro económico. Sin embargo, el informe de estos expertos técnicos arroja conclusiones muy raras que además fueron ayer presentadas en el Congreso con una seriedad y una pompa que provocan cierta risa.

Por lo que hemos podido saber, el informe propuesto por la Comisión Nacional para la Racionalización de Horarios en España (ARHOE) afirma que “el cambio de horario ayudaría al reajuste de nuestras costumbres y aumentaría la productividad de trabajadores y estudiantes, pues las mañanas no serían tan largas, no sería necesaria la pausa a mediodía y se podrían implementar jornadas más intensivas”. Se insiste en que estas modificaciones podrían incluso conseguirnos una hora y media más al día de tiempo personal.

Las predicciones de esta comisión (una comisión de muy rocambolesco nombre) le dejan a uno atónito. Resulta increíble que un organismo especializado como éste no haya tenido ocasión de contrastar sus elucubraciones con la realidad, que tan a mano está. A lo largo del año ya se producen en España varios cambios de hora, sin que esos cambios alteren nuestro temperamento comunitario. Los españoles afrontamos los adelantamientos horarios sin que se nos mueva un solo músculo de la cara y sin modificar ninguno de nuestros hábitos de comportamiento, que están presididos por la ineficiencia, el ronroneo y el aplazamiento sistemático. Los españoles tienen una jornada de trabajo prolongada que por lo visto se adapta perfectamente a su biorritmo, y en consecuencia se toman varios cafés matutinos, y dedican dos horas para comer dos platos, postre, café, copa y puro, y llegan muy tarde a casa, y no ven a sus hijos, y todo ello lo hacen sin mucho análisis y porque ya tienen cogida la postura. Pensar que porque el sol salga a la misma hora que en Inglaterra vamos a  adoptar necesariamente las costumbres británicas es una conclusión de una ingenuidad que choca en una comisión de expertos con un nombre tan rimbombante; en esta línea de razonamiento, se puede pensar también que si cada español se toma un After Eight al día va a ser más eficiente en su trabajo, o que si empezamos a ver partidos de cricket por la tele vamos a poder fabricar coches tan sugerentes como los Aston Martin, los Jaguar o los Rolls Royce .

Hay que reconocer que en las conclusiones de esta comisión de nombre tan alambicado se admite de forma tangencial que, además del cambio del huso horario, haría falta una modificación general de la normativa laboral en cuanto a horarios y un cambio radical en la mentalidad de los españoles. ¡Hombre!. Esta reflexión es la única que parece pegada a la realidad, y así hay que aplaudirla. Es interesante señalar que el Parlamento debatió ayer sobre este informe y acordó proclamar que se trata de un trabajo muy serio y atinado. Ningún grupo parlamentario pensó que emplear recursos públicos en publicar una amalgama como ésta de obviedades y fantasías era una mala idea.

Lamentablemente, los intentos de practicar la cirugía socioeconómica desde ámbitos legislativos han resultado siempre inútiles y muchas veces  catastróficos. El temperamento del país no puede cambiarse por decreto. Hay una gran empresa española que quiso aglutinar la jornada laboral de sus empleados e intentar así que la plantilla intensificara su actividad y pudiera irse antes a casa. En la negociación con los empleados, un portavoz/enlace/liberado de una de las centrales sindicales se negó a votar a favor de estas medidas diciendo: “Sí, hombre, nos proponen que salgamos del curro a las tres de la tarde… ¿Y qué hago yo en casa a esa hora? A ver quién aguanta a mi mujer”.  

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