La desorientación de Snowden

El informático Snowden ha estado varios días recluido en el aeropuerto de Moscú. Ya saben ustedes que Snowden es un ex empleado de la CIA que decidió revelar unos secretos importantísimos y que merced a ello anda por el mundo huyendo de la justicia norteamericana. Snowden está explicando poco a poco al diario The Guardian la metodología expeditiva que tiene la denominada Inteligencia de los Estados Unidos para recoger datos de todo bicho viviente a través de barridos de llamadas telefónicas, intercepción de correos y seguimientos mediante escuchas inconcebibles, todo ello desde un ámbito ajeno a las normas comúnmente aceptadas y a las garantías constitucionales de cualquier país civilizado. Desde mi punto de vista, había que ser muy cándido para no intuir que estas cosas se han hecho y seguirán haciéndose. Es evidente que los que desempeñan la función de policías del mundo occidental hacen mangas y capirotes con nuestra privacidad, pero francamente creo que nuestras conversaciones y correos particulares no les interesan excesivamente y que, si los americanos se dedican a esta aburridísima labor de espionaje masivo, lo hacen de una manera puramente profesional y rutinaria, como parte de la dinámica de mantenimiento de una situación general de seguridad, por así decirlo. Sorprenderse por este fenómeno es convertirse en el capitán Renault, el personaje interpretado por Claude Rains en Casablanca, que iba todas las noches al Rick’s Café y que, cuando los alemanes le piden que cierre el local, lo hace inmediatamente, exclamando: “¡Qué escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!”, mientras recoge sus ganancias en la ruleta.  Por otra parte, cualquiera puede ver que la alternativa que tenemos a la protección norteamericana es poco fiable, incluida nuestra propia autoprotección.

En definitiva, el informático Snowden teme por su vida y anda buscando asilo político; es probable que los gobiernos más escalofriantes del planeta estén dispuestos a acogerle en su territorio. Entre los países a los que supuestamente Snowden ha solicitado asilo se encuentra España. Al hilo de esta presunta solicitud, nuestro ministro de Asuntos Exteriores, señor García Margallo, ha hecho unas declaraciones con la rotundidad que es consustancial a este Gobierno. García Margallo ha explicado que Snowden no tiene derecho a pedir asilo en España; el jefe de la diplomacia española ha explicado que sólo tiene noticias de esta supuesta petición por los medios de comunicación y que, en cualquier caso, la misma no tendría «efectos jurídicos» porque «la Ley de Asilo y Protección Subsidiaria concede el derecho a pedir el asilo en nuestro país sólo a personas que están ya en España». La lógica del señor ministro es irrefutable, aunque cualquier malpensado podrá deducir que sus declaraciones son una manera como cualquier otra de tocar la guitarra y de silbar para no entrar en el meollo del asunto.

De todas maneras, el espía Snowden puede que esté muy enterado de los altos secretos mundiales pero no parece que tenga un conocimiento muy profundo del funcionamiento cultural y administrativo de las naciones, puesto que este hombre nos ha pedido asilo a nosotros, que somos gente que en cuanto se entera de algún secreto corre pitando a contárselo a su vecino; eso sí, siempre bajo la advertencia de confidencialidad: “No se lo cuentes a nadie, pero me enterado de que ese Snowden está escondido en el descansillo de la escalera de casa de mi cuñado”.

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