El trabajo doméstico no contabilizado como actividad profesional supone casi el 29% del Producto Interior Bruto de Euskadi y está desempeñado en un 72% por mujeres. Así lo recoge el informe titulado Cifras sobre la situación de mujeres y hombres en la Comunidad Autónoma Vasca de 2012, informe que bajo ese nombre tan retorcido fue presentado ayer por el nuevo consejo de dirección de Emakunde (el Instituto Vasco de la Mujer), y sobre el que informan varios diarios. No hemos tenido la fortuna de encontrar todavía este estudio y de poder leerlo detenidamente, pero en principio esa cuantificación económica del trabajo doméstico parece confeccionada en virtud de una cierta arbitrariedad caprichosa.
El PIB de Euskadi en 2012 fue de 66.261 millones de euros, con lo que el 29% de esa cifra son 19.215 millones de euros. Debemos decir que en Euskadi viven 2.191.722 personas, contando jubilados, niños y demás. El 18% del total de la población está formado por mayores de 65 años, y el 16% tiene menos de 19 años. Consideremos (de manera un tanto arbitraria, qué duda cabe) que un tercio de los viejos no realiza ninguna tarea doméstica y que dos tercios de los menores tampoco realizan tareas en casa. Teniendo en cuenta toda esta ensalada de cifras, y excluyendo además a otras 100.000 personas que ya trabajan en el servicio doméstico de manera remunerada, el panorama que podemos dibujar ese el siguiente: en Euskadi hay aproximadamente 1.714.000 personas que teóricamente realizan tareas del hogar en mayor o menor medida, sin ninguna remuneración y porque hay que hacerlas para que un hogar funcione. Emakunde ha cuantificado los salarios no cobrados por estas personas en 19.215 millones de euros (el 29% del PIB), con lo que Emakunde considera que las 1,714.000 personas que en el País Vasco limpian su casa y lavan la ropa deberían recibir un salario anual de 11.210 euros, que son 934 euros al mes; ¿eso es mucho? ¿Es poco? ¿Cuántas horas se considera que se han dedicado en cada hogar a las tareas domésticas? Yo conozco gente que vive sola y que dedica como mucho media hora a la semana a limpiar el retrete, siendo capaz de dormir con las mismas sábanas durante meses; ¿estas personas se merecen recibir 934 euros mensuales por semejante funcionamiento, tan guarro?
Todas estas consideraciones tienen un carácter de alucinación total. A la espera de leer el informe, las cifras parecen obtenidas con un análisis producto de la homogeneización más burda. Y no entendemos del todo cuál es el motivo último del informe. Ya me dirán ustedes a qué viene esta cuantificación económica de un trabajo que sólo se paga si alguien tiene dinero suficiente para externalizarlo, y que mientras permanezca en el ámbito familiar seguirá sin tener una contraprestación económica. Si uno se plancha las camisas, se las plancha y punto. Con el criterio analítico que origina este informe podemos llegar a cualquier conclusión disparatada: imaginemos, por ejemplo, que uno se levanta un domingo por la mañana y decide preparar un marmitako fabuloso para disfrute de sus hermanos y cuñados; con el criterio de Emakunde, este trabajo doméstico puede ser cuantificable, y de hecho si el marmitako es muy bueno lo podemos tasar en 30 euros por ración, con lo que una buena olla debería suponer, por ejemplo, doscientos euros de remuneración para el cocinero; a eso habría que descontarle el coste del bonito, de los pimientos y de la electricidad consumida. Pero si hay alguien con la candidez suficiente para esperar que el Estado le subvencione el marmitako, va listo; y si uno piensa que su cuñado le va a pagar 30 euros por el plato de marmitako servido en su casa, podemos decirle que la relación que tiene con sus cuñados tiene mala pinta y no va a acabar nada bien.
Repito que estoy deseando poder leer el informe íntegramente, informe que por lo visto recoge conclusiones tan singulares como lo que cito a continuación (y que ayer adelantó la prensa):
La evolución de los últimos años muestra que la distancia de género, aún muy pronunciada, se ha recortado aproximadamente un 15%, pero la mayor parte de las funciones domésticas son prestadas en mayor proporción por las mujeres. Destaca la «feminización» de algunas de estas tareas como las relacionadas con la ropa y la limpieza, mientras que los servicios de mantenimiento constituyen una función realizada en su totalidad por los hombres.
Tengo curiosidad por conocer la técnica de recogida de datos. Yo soy un hombre (por ahora), y es probable que mi aportación en casa sea insuficiente; lo que sí puedo asegurar es que no he realizado nunca ningún servicio de mantenimiento doméstico, debido a mi incapacidad total para el manejo de instrumentos elementales como una taladradora o una llave Allen. Mi mujer tiene mucho más talento y disposición para estas cosas; que Dios le bendiga por ello. Pero nuestro caso es un ejemplo de que la frase “los servicios de mantenimiento constituyen una función realizada en su totalidad por los hombres”, así formulada, con esa autoridad categórica, es falsa.
La pregunta final sería la siguiente: ¿cuánto ha costado la elaboración de un informe tan preciso y tan pertinente como éste? Estoy convencido de que, a diferencia de las tareas del hogar, se trata de un trabajo cuya remuneración es un hecho cierto y documentado en las correspondientes minutas. El porcentaje que este trabajo ha supuesto sobre el total del PIB vasco es probablemente muy reducido pero calculable sin margen de error.