Francisco Álvarez Cascos ha reconocido que en sus años al frente del PP percibió un sueldo por parte del partido de unos 10.000 euros mensuales correspondientes a gastos de representación y en base a su responsabilidad orgánica dentro del partido. Cascos ha dicho que ese sueldo era un complemento perfectamente legal y declarado, con la correspondiente retención fiscal. Ayer le preguntaron a Javier Arenas por este asunto y ha dicho que cuando él heredó el timón del PP no cambió nada del modelo de remuneración, y que en todo caso él está dispuesto a dar a conocer públicamente sus ingresos durante esos años, sin detallar si él cobraba esas cantidades exactas u otras.
Por tanto, estas personas cobraban sus sueldos representativos como diputados o senadores, sus sueldos como ministros y, además, unos 10.000 eurillos al mes en concepto de sueldo del partido. No es conveniente hacer la suma de lo que todas esas cantidades suponían de forma agrupada, pero damos por hecho que era una pasta. Y además de estos dinerales, se habla desde hace tiempo de una supuesta contabilidad B en sobres de efectivo, que presuntamente se añade a las cifras que acabamos de enumerar.
Vemos que, a diferencia de la solidez declarativa del señor Cascos, el señor Arenas reconoce pero no afirma y asume pero no certifica, en una postura equívoca que induce a pensar lo peor. El señor Arenas comenzó su carrera con una intervención antológica en la noche electoral de junio de 1993, cuando, siendo un político jovencísimo, anunció en directo y para toda España la victoria del PP (y media hora después se supo que había ganado de nuevo Felipe González). A partir de ahí, la trayectoria de Arenas mantiene un tono constante de desacierto más o menos lineal (recordemos las comentadas fotografías en las que salía haciendo uso del servicio de un limpiabotas en mitad de otra de las campañas electorales, dando pie inmejorable a que la izquierda le incluyera para siempre en el área de los señoritos de toda la vida). Esta trayectoria feliz de Arenas ha culminado en la catástrofe mayúscula de las elecciones andaluzas del pasado año, en las que, ante un Gobierno socialista andaluz desgastadísimo, y con la ayuda activa del Gobierno central (que retrasó a propósito una serie de recortes importantísimos en aras de la demagogia populista más descarada), Arenas no pudo conseguir la mayoría absoluta y consiguió mantener al Partido Popular en la oposición. Hoy, cuando se mira con lupa los ingresos de las organizaciones electorales y se contempla con mucha aprensión al establishment de todos los partidos, se puede decir sin miedo a equivocarnos que don Javier es un activo político en franca descomposición, dicho sea esto con todo el cariño del mundo.
Por eso pensamos que en este momento preciso, cuando van a destaparse estos dinerales cobrados (en B o en A) por la cúpula del PP (y veremos lo que pasa en otros partidos), en este momento, decimos, las condiciones ambientales son óptimas para que don Javier Arenas mire a las cámaras de televisión y anuncie su retirada de la política activa. Nos da la impresión de que, aunque al principio suponga un mal trago para todos, podremos superarlo todos juntos, remando en la misma dirección, como dice la gente ahora. La ciudadanía va a echar de menos a Arenas. No es fácil acostumbrarse a dejar de ver a una cara familiar, por muy dura que sea la cara; recordemos cuánto nos costó dejar de ver a Mayra Gómez Kemp al frente del Un, Dos, Tres. Sin embargo, es posible que un día nos demos cuenta de que podemos vivir sin este señor, y puede que incluso nos quede algún recuerdo positivo de su figura.
Seguro que don Javier tiene unos ahorrillos consolidados y que podrá mantener una mínima situación personal de confortabilidad. Estamos convencidos de que este señor es una persona simpatiquísima que si se retira va a poder cultivar y reforzar sus amistades y que tendrá grandes posibilidades de disfrutar de la maravillosa vida andaluza con la máximas prestaciones. De hecho, le sugerimos a Arenas lo mismo que querríamos para nosotros, y desde aquí le mandamos un abrazo.