La comunicación del Gobierno

La prensa dice hoy que algunos dirigentes del PP se quejan internamente de la política de comunicación que lleva a cabo el Gobierno de Rajoy. Al parecer, estos dirigentes dicen que la ciudadanía no entiende las medidas que están tomándose y que la falta de explicaciones es un factor añadido de indignación colectiva.

Hay que decir que el diagnóstico que hacen estos señores del PP parece atinado; la desorientación general con respecto a la situación económica no tiene precedentes y seguimos viendo diariamente las consecuencias de ese desconcierto; sin ir más lejos, uno diría que estos famosos escraches que están desarrollándose a las puertas de las viviendas de los políticos provienen probablemente de la incomprensión que provoca la consolidación de la crisis económica, consolidación concentrada en el acto físico del desahucio. La dinámica del escrache (o como quiera que se denomine esa actividad), que unos consideran como coacción violenta y que otros describen como interpelación pacífica, es una dinámica de consecuencias imprevisibles, y los poderes públicos no saben cómo afrontarla porque no se tienen precedentes específicos.

No obstante, nos da en la nariz que el problema comunicativo del Gobierno no es un problema puro de comunicación, sino que más bien los señores ministros participan completamente de esa incomprensión que siente la ciudadanía. Cualquier ministro actual tiene un radio de actuación personal nulo, inexistente, y su capacidad para sugerir iniciativas y que estas iniciativas se lleven a cabo ha quedado profundamente menoscabada. Los ministros del Gobierno de Rajoy sólo pueden dedicarse hoy a la intendencia más simple, entendida como la supervisión del funcionamiento general de su negociado. Las partidas de gastos se han reducido de tal manera que el ministro es un ejecutor más o menos eficiente de las instrucciones remitidas por las autoridades monetarias.

Por tanto, cuando a estos señores se les propuso ser ministros es de suponer que se les explicó cuáles iban a ser sus competencias específicas, pero hoy en día estos señores están viendo cómo esas competencias están hoy desactivadas. Y eso nos lleva a la desorientación que ellos mismos puedan presentar: pocas explicaciones pueden darse cuando no se comprende nada de lo que se tiene que explicar. Al menos podemos agradecer las reservas que cada ministro tiene a la hora de explicar sus asuntos: las intervenciones públicas de un ministro del Gobierno del señor Rajoy se realizan bajo  un régimen de control absoluto de la terminología y de aseguramiento de la vaciedad de estos términos expresivos. Cualquier ministro actual que hable en público ofrece garantías absolutas de inconcreción y de ligereza conceptual.

Por otra parte, es de suponer que tanto los ministros como los cargos del partido que están ahora quejándose de puertas para adentro tienen mucho respeto por el mantenimiento del cargo que ocupan, puesto que las quejas subterráneas de los dirigentes del partido están formuladas bajo el más estricto de los anonimatos, lo que constituye un acto de coraje político verdaderamente espectacular.

Nadie entiende nada, pero todos los implicados entienden que esa incomprensión no es suficiente para tomar la decisión de dedicarse a alguna otra actividad un poco más comprensible.

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