La Universidad de Cambridge, en colaboración con Microsoft Research, ha publicado un estudio en la revista Proceedings of the National Academy of Science en el que se asegura que cuando los usuarios de Facebook pinchan en el botón Me gusta van dejando un rastro de apetencias que, si se hilan y se agrupan, proporcionan un perfil personal que puede suponer una amenaza para la intimidad del internauta. En base a la información proporcionada por el mencionado comando Me gusta, el estudio fue capaz de predecir con un acierto del 80% las tendencias sexuales, políticas, religiosas y el estado civil del usuario, e incluso si ese internauta era usuario habitual de drogas recreativas o si tenía alguna adicción a cualquier otra sustancia.
Supongo que recopilar y organizar estructuralmente toda esta información personal no será fácil, pero la cosa es que se ha conseguido, y todo ello utilizando la información derivada de un botón tan bobo y absurdo como el famoso Me gusta. Porque de todas las cosas que uno puede utilizar en las redes sociales, el botón de Me gusta es una de los más ridículas. La gente pincha en el Me gusta y lo único que se consigue es que aparezca el mensaje de “A Manuel González le gusta esto”. Si son varios los usuarios que le dan al botón, aparecerá que “A Manuel González y a siete personas más les gusta esto”. Hasta ahora sabíamos que ese botón era una de las chorradas múltiples de Facebook, pero ahora vemos que la chorrada no es completamente inocua y que va dejando un reguero indeleble de información personal que puede acarrearnos algún problema.
Repito que la recopilación y el análisis de toda esta información no parecen cosas fáciles para algún eventual hacker, y no sabemos qué conclusiones peligrosas pueden sacarse de esto, pero lo que es evidente es que, frente a estos hipotéticos peligros, el comando Me gusta no aporta gran cosa. O al menos así lo parece, aunque evidentemente es un botón que se pulsa muchas veces al día, con lo que algún gustirrinín cibernético debe provocar a la gente. Ese gustirrinín sólo se explica desde la querencia que buena parte de los internautas tiene hacia el exhibicionismo social.
En este sentido, el afán por proporcionar información en tiempo real de las actividades más banales y aburridas de nuestras vidas es el motor indiscutible de las redes sociales, que son un negocio de unas dimensiones colosales, con lo que es probable que la secuencia informativa que vamos dejando no constituya ningún inconveniente para nadie: más bien puede ser una ventaja de cara a que consigamos configurar un perfil de relieve, que es una meta del internauta habitual. En aras de conseguir tener más de 10.000 amigos en Facebook, toda información es poca. La culminación de una carrera en las redes sociales será ese momento en el que colguemos un mensaje en el que contemos que estamos haciendo nuestras necesidades y que haya 10.000 usuarios a los que eso les guste.