El camino a la senectud

Con el paso del tiempo, uno adquiere hábitos que consideraba más propios de las personas mayores; evidentemente, esto se produce por la lenta llegada de nuestra propia vejez. Los ejemplos de esta adquisición de costumbres son muchísimos (huida de las aglomeraciones, búsqueda del silencio, consulta diaria de las esquelas en el periódico, etc), pero últimamente me doy cuenta de que una de las cosas que empiezan a caracterizarme como una persona mayor es el consumo informativo de noticias de ámbito local. Hasta hace poco, uno veía los telediarios nacionales y leía los periódicos de información general, pero durante los últimos meses observo que tiendo a buscar noticias locales y que el espectro informativo en el que me muevo se ha reducido de manera notable. Veo telediarios regionales, y me interesan los acontecimientos de corto vuelo geográfico: las novedades relativas al urbanismo, los sucesos acaecidos aquí al lado, la situación última del orden municipal. Últimamente, me preocupan las obras en las fachadas de los edificios, los cambios de sentido de las calles de mi pueblo, el estado que presenta el arbolado de nuestras avenidas. Discuto con personas conocidas sobre los proyectos del alcalde, pero por otra parte apoyo determinadas iniciativas institucionales que antes me parecían demenciales, como el ensanchamiento de las aceras y la peatonalización de las calles (dos ideas sobre las que mi aprobación personal deja en evidencia mi repentina vejez, dado que la peatonalización urbana es un proceso que beneficia a las personas en proceso de transición a una edad madura, como los padres de familia con niños pequeños o los jubilados paseantes).

Sin embargo, el mayor síntoma de esta evolución que estoy protagonizando es mi repentina avidez de información meteorológica. Al hacer zapping, me detengo brevemente en cualquier cadena que ofrezca un mapa de isobaras, pese a que aún no sé interpretarlo correctamente (hay gente que ve un mapa de isobaras y puede adivinar sin margen de error el tiempo que hará el día siguiente; no descarto convertirme eventualmente en una de estas personas). Esta afición mía por la meteorología es nueva; podría engañarme a mí mismo diciéndome que estoy consumiendo información del tiempo porque en el lugar donde vivo llevamos más de dos meses de lluvia, nieve y frío polar sin interrupciones (cosa que es verdad), pero me temo que eso sería precisamente una interpretación equivocada de lo que me pasa. Porque lo que me pasa es que me hago viejo, sin más, y todo lo que se ha explicado en esta entrada lo confirma.

Y por si esto fuera poco, hay otros síntomas particulares de mi vejez, tanto en lo físico (aspecto sobre el cual no hay que añadir ninguna especificación) como en lo espiritual: me escandalizan, por ejemplo, los hábitos de la juventud, cuando resulta que yo tuve hábitos parecidos hasta hace tres días, como quien dice. Supongo que esto le pasa a mucha gente; en todo caso, creo que es importante tener presente este proceso personal de envejecimiento e ir tirando con ello como buenamente se pueda y de manera digna. Porque creo que negarlo y oponerse a ello con actitudes más o menos juveniles es, pura y llanamente, ir por ahí haciendo el ridículo.

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