Dentro del batiburrillo de asuntos que vamos tratando según nos da, alguna vez hemos hablado aquí de la capacidad comunicativa de Barack Obama. Obama es un fabuloso lector de discursos: empático, sosegado, con el timbre perfecto de voz, con un dominio de la pausa absolutamente pleno y con un manejo de la mirada y del rostro que puede compararse con los de las grandes osamentas de la escena mundial. Luego, en el cuerpo a cuerpo de un debate, y al tener que utilizar la improvisación en la réplica, Obama flojea. Pero cuando realiza una intervención pública leyendo unos papeles o siguiendo el teleprompter, Obama no tiene rival.
Y parte de su capacidad hipnótica está en el texto. Los textos que lee Obama son en general magníficos: piezas redondas con una ponderación exacta de musicalidad, demagogia y sentimentalismo, cocinadas bajo la premisa de la moderación y la urbanidad. Pido al lector que recuerde las magníficas sonoridades que alcanzaba Obama en textos como el discurso en las calles de Berlín de 2008 o en las intervenciones en las recientes catástrofes del huracán Sandy. En estos discursos, el fondo, la forma y la interpretación del orador (el acto de suministro efectivo del discurso, o delivery que dicen los americanos) conforman una unidad absolutamente sólida e incomparable. El autor de casi todos estos textos es un escritor joven que se llama Jon Favreau, y la noticia de hoy es que este hombre de gran talento va a abandonar la órbita de la Casa Blanca y se marcha a Hollywood para trabajar como guionista, en una carrera que probablemente le proporcione mucho más dinero y reconocimiento que la oscuridad operativa del gabinete presidencial.
Se rumorea que Obama ha tratado de retener a su empleado con determinadas prebendas no definidas, pero al parecer no ha podido conseguirlo. Favreau se marcha, y ahora se abre para la presidencia del país un panorama de oscuridad literaria de mucha consideración. Hay elementos suficientes para pensar que los discursos del presidente sufrirán una importante reducción de su calidad retórica, aunque habrá que oírlos para poder comparar. Lo importante de todo esto es que, estando como estamos en una época de conexión tecnológica imponente y en un momento en el que la brevedad y fragmentación insustancial del twitter lo copa todo, resulta que los textos que mayor importancia pública y demoscópica tienen a nivel mundial están escritos por un solo hombre (Favreau) e interpretados por otro hombre (Obama), dos profesionales del ramo, dos personas con una habilidad insoslayable. Es decir, que después de la revolución tecnológica y de todos los avances de la interconexión en el espacio radioeléctrico, la cosa se reduce a dos hombres, un papel y un lápiz. Y ahora a Obama le falta medio equipo.
Desde este sencillo blog, lanzo un ofrecimiento personal de colaboración con la Casa Blanca y me postulo sin ninguna vergüenza como sustituto de Favreau en el puesto de suministrador de discursos del presidente Obama. Sé inglés y me manejo con cierta soltura en el ámbito de la demagogia sutil. Aquí me tienen para lo que ustedes dispongan.