En mitad de la instrucción del caso Urdangarín se han desvelado unos correos electrónicos remitidos por el señor duque de Palma en los que informaba a sus socios sobre determinados asuntos más o menos tenebrosos, pero curiosamente lo más chocante de estos correos no son las presuntas fechorías de don Iñaki, sino que en alguno de esos emails el señor Urdangarín ha firmado como El Duque en…Palma…do. Es decir, el duque empalmado, en un juego de palabras (relativo a su título nobiliario) que es de una originalidad brillante.
A raíz de esta muestra de humor, se ha producido un movimiento general de rechazo al señor Urdangarín que probablemente es más fuerte que el que provocaban sus presuntas malversaciones. El ciudadano medio no es partidario del saqueo de las arcas públicas, salvo cuando ese saqueo puede beneficiarle a uno mismo de una u otra forma; pero gastar bromas de bajo nivel sobre el título de duque es el colmo, sobre todo cuando este honor aristocrático ha sido la llave que abrió a Urdangarín el grifo torrencial de los millones de euros públicos. La gente considera que hay que tener cierto estilo incluso a la hora de desviar fondos, y en principio se diría que uno debe respetar mínimamente a sus benefactores. Y si hay una persona que en España estará molesta por esas chanzas de don Iñaki es sin duda alguna el jefe del Estado. La chufla sobre el ducado de Palma es probablemente la mayor muestra de deslealtad que el señor Urdangarín ha mostrado hacia las altas magistraturas del país durante todo su periodo de apogeo recaudatorio. Si ya suponíamos que el duque ha hecho mangas y capirotes con su representatividad institucional durante los últimos años, ahora tenemos la prueba definitiva de la formalidad de este señor, quien, además de llevárselo crudo, se ha reído de lo que él mismo representa y, por extensión, se reído de su señor suegro, y por escrito. Hay varias cosas que no conviene hacer nunca en esta vida, y una de ellas es reírse de los suegros de uno mismo. Generalmente, el suegro es una figura familiar que, por edad, bagaje y méritos, merece mucho más respeto que cualquier jefatura del Estado, y, además, en el terreno práctico, bromear a costa de los suegros no trae nunca nada bueno. Cualquiera que tenga suegros lo sabe.
Por último, tenemos el tono de la broma concreta, tono que resulta desalentador. El duque empalmado es un chiste que podría considerarse un éxito total si se contase en el recreo de un colegio de primaria o en la cantina de un cuartel. Por lo que parece, el señor Urdangarín no ha sido llamado por Dios para transitar los caminos del humor inteligente; de hecho, y por el historial que vamos conociendo, es muy complicado saber si este señor ha sido llamado para transitar algún camino inteligente. Lo bueno para él es que este chiste de Urdangarín no pertenece a ninguna materia tipificada como delictiva en el Código Penal, por lo que el duque empalmado no va a añadir ningún cargo punible a los que ya acumula este hombre. Y, ojo, que le quiten al duque las risas que se ha echado con sus colegas. El duque empalmado. Es gracioso y fino.