Una compañía norteamericana que se dedica a dar soporte informático a grandes empresas ha descubierto que uno de sus empleados más eficientes, rentables y productivos había subcontratado su propio trabajo, encomendándoselo a un informático chino que estaba a miles de kilómetros de distancia. Según publica el diario The Register, el empleado contrató a una consultora de Shenyang de manera individual y secreta, y facilitó a estos chinos sus claves de acceso a los sistemas con el fin de que un trabajador asiático hiciera todas sus tareas mientras él se dedicaba a cosas como actualizar su muro de Facebook o ver vídeos de gatos en Youtube.
Ha trascendido que este empleado subcontratista pagaba a los chinos una quinta parte de su sueldo a cambio de que le hicieran todo el trabajo, y al parecer los chinos lo hicieron maravillosamente, puesto que el subcontratista estaba muy bien considerado en la empresa y era un modelo de eficiencia en el logro de los objetivos que se le planteaban. Una vez descubierto el pastel, el empleado ha sido despedido de manera inmediata.
Uno de los famosos Sueños de Francisco de Quevedo se titulaba «El Alguacil Alguacilado«, título que es una síntesis de lo que ha ocurrido en este caso y que podríamos adaptar como «El Subcontratador Subcontratado«: el empleado ha tomado una decisión (de manera oculta y unilateral, desde luego) que está perfectamente alineada con el gran movimiento global de la subcontratación, y con esa decisión ha obtenido dos resultados bien definidos: en primer lugar, ha conseguido mejorar las prestaciones de su trabajo manteniendo un nivel constante de costes para la empresa; y, en segundo lugar, ha logrado llegar a la meta que la sociedad actual viene fijando para todos los ciudadanos, que es la holganza personal indiscutible, el tocamiento recurrente de los genitales propios durante el horario laboral. Este señor produce más y mejor que antes mientras se dedica a ver vídeos de gatos en Youtube. La empresa le ha echado por tomar una iniciativa a sus espaldas, pero, en vista del resultado, y en virtud de lo que está pasando en el mundo, tal vez tendría que promocionarle y ofrecerle un puesto en departamentos de Eficiencia o de Consultoría.
Es probable que la empresa haya valorado todo esto y que, de manera confidencial, apruebe y comparta la filosofía subcontratadora de su empleado; no obstante, aquí el error del empleado es haberlo hecho a espaldas de su empresa. Lo que la empresa no tolera es el engaño. De hecho, podríamos encontrarnos con que todavía no se ha destapado todo el pastel y que vayamos conociendo nuevos datos. Contemplamos la posibilidad de que, en vista de la dureza de su rostro y de las tremendas condiciones de este empleado para la cuquería y la viveza aprovechada, estemos ante un hombre que ha falseado su identidad norteamericana y que, en realidad, sea español.