Elogio de Rodríguez Zapatero

Se cumple en estos días un año desde la celebración de las últimas Elecciones Generales. Es decir, que llevamos más o menos un año sin la presencia de Rodríguez Zapatero en la vida pública. Personalmente creo que es un periodo que parece más largo que lo que ha sido, y eso se debe a la desaparición pública de Zapatero, un hecho radical e inaudito en un ex presidente del Gobierno. Este aniversario parece un momento tan bueno como cualquier otro para ponderar la figura del político leonés y su influencia general.

Zapatero surgió como candidato en el año 2001, aunque por entonces ya llevaba más de diez años de diputado en el Congreso, un diputado mudo y formal. Su proclamación como secretario general del PSOE se cimentó en las diferencias internas, ya que muchas facciones socialistas le votaron para que no ganase José Bono, pese a que Zapatero era un hombre de trayectoria ignota y de pensamiento desconocido. En las Generales del año 2004, el fenómeno se repitió de alguna manera: los atentados del 11 de marzo, perpetrados en la semana de las elecciones, generaron un clima de calentamiento progresivo y un rechazo al Gobierno saliente que nos llevó al punto de que una mayoría muy importante decidió de repente votar por Zapatero, candidato que hasta entonces iba muy por detrás en las encuestas y del que la gente conocía más bien pocas ideas o iniciativas.

La primera legislatura de Zapatero fue de crecimiento económico y de reducción del desempleo. Zapatero dejó que la marcha del comercio siguiera su curso, y se centró en las llamadas reformas sociales. Amparado en la prosperidad económica, Zapatero propuso y aprobó grandes partidas de gastos. En las elecciones de 2008, Zapatero lo tenía todo a su favor pero no pudo conseguir mayoría absoluta. Comienza la segunda legislatura y la situación económica se deteriora poco a poco; Zapatero decide combatir ese deterioro con la intervención directa en la economía y con más gasto público (el famoso Plan «E«). Y así se llega a mayo de 2010, un mes en el que Zapatero recibe las llamadas telefónicas escalofriantes de Obama y de Merkel en las que se le exige que deje de gastar y que comience un periodo de recorte y de ahorro. La doctrina económica de Zapatero queda así demolida y aniquilada, pero el presidente no dimite, sino que adopta un gesto compungido y, tal y como se le ha ordenado, se pone a recortar gastos, iniciando así un año y medio de agonía política y de derrumbamiento económico que concluye en las elecciones de noviembre de 2011.

Todo esto es bien conocido, pero, ¿cómo es en realidad Rodríguez Zapatero? Zapatero pertenece a la clase de políticos que podríamos definir como angelicales de izquierdas: hombres de bien, dispuestos a cambiar la sociedad de una manera tremendamente borrosa e inconcreta, y cuyos planes e iniciativas chocan de una u otra forma con la realidad glacial del mundo concreto y despiadado en el que vivimos. En este sentido, Zapatero se ha comportado desde que le conocemos como un dirigente relativamente indocumentado e imprudente que, además, se rodeaba de un personal ministerial que le ponía a uno la piel de gallina; unos ministros tremendos que se han dedicado a hacerle la ola al señor presidente (como suele ser habitual, por otra parte). Al parecer, Zapatero tenía una idea infantil de cómo funciona el mundo a todos los niveles (económico, territorial, social), y, tras un proceso lento que culmina en mayo de 2010, el mundo le abofeteó en toda la cara.  

Sin embargo, tengo la sospecha de que Zapatero es un hombre por descubrir. Hemos dicho que, desde su salida del Gobierno, don José Luis ha desaparecido: ninguna aparición en prensa, ninguna entrevista incendiaria, ningún libro de memorias para justificarse, ninguna intervención en su antiguo partido (que está hecho unos zorros). Zapatero es un exiliado interior, un hombre que inteligentemente ha conseguido que, pese a su legado catastrófico, no le odiemos. Zapatero no es una persona odiada porque es una persona que ya no existe. Cuesta acordarse hoy de sus frases lentas, su voz campanuda y sus proyectos de ley disparatados. Este olvido es un éxito en su haber.

También puede ser que con el Gobierno de Rajoy hayamos sufrido un número tan abultado de desventuras y sinsabores que todo lo sucedido anteriormente permanezca descansando al fondo de nuestro cerebro, en el rincón.

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