La inexactitud y la huelga

Hoy se celebra una nueva huelga general. Los sindicatos van a desplegar sus guarniciones por todos los centros de trabajo y van a recordar a los trabajadores de forma pacífica las terribles circunstancias económicas que estamos atravesando y lo equivocado y nocivo de las medidas que el Gobierno va tomando en términos generales. Los piquetes tendrán una presencia nítida hasta más o menos las doce del mediodía, momento en el que se diluirán para irse a tomar unos vinos; a partir de esa hora, se podrá decir con toda seguridad que la huelga ha sido un éxito, y todo el mundo podrá seguir trabajando con normalidad.

Una de las circunstancias más interesantes de estas convocatorias es la inexactitud; las cifras que se manejan suelen calcularse de cualquier manera, y las motivaciones que llevan a convocar la huelga también suelen ser de una inconcreción impresionante. En el caso de la huelga de hoy, CCOO dice que «no se va a la huelga para protestar por una medida concreta, sino por una serie de cosas que la gente ha notado en carne propia». En efecto, no se concreta. Por ejemplo: es difícil que la huelga se convoque contra la nueva reforma laboral, reforma verdaderamente espectacular que ha facilitado que tanto UGT como CCOO hayan podido solicitar varios ERES en 2012 y despedir así a unos 600 empleados propios a razón de 20 días por año trabajado (es, decir, con las condiciones que contempla la nueva legislación); por tanto, no creemos que los sindicatos protesten contra una medida que han aprovechado de manera activa, ya que eso sería inconsecuente y un poco hipócrita.

Pero la inconcreción en este caso es comprensible porque sabemos que esa inexactitud difusa es desde hace muchos años uno de los fundamentos esenciales de la vida pública española. En cualquier campaña electoral vemos que los candidatos tratan de mantener discursos inocuos, asépticos, unos discursos que podrían servir para defender una cosa u otra muy distinta; en general, cuando en España alguien viene a vendernos algo, tenemos que dar por sentado que el vendedor va a explicarlo todo de forma embarullada y va a omitir detalles importantísimos de manera flagrante. Todos lo sabemos. De hecho, en cualquier ámbito de la vida del país, aquel que consigue vender algo o convencer a su interlocutor de cualquier cosa siendo poco explícito y concreto es considerado no como un charlatán inconsistente sino como un héroe comercial y un hombre superior.

Por tanto, desde esa falta de claridad generalizada, sí sabemos que la cosa está muy mal y que por lo visto todo lo que se ha hecho hasta ahora para combatir la crisis está mal hecho; en consecuencia, es el momento de ir a la huelga. Nadie nos dice qué alternativas puede haber a lo establecido, ni qué otras medidas pueden tomarse; nadie quiere entrar en el detalle de nada. Pero no hay problema: a las doce del mediodía, los piquetes se irán a tomar un aperitivo dejándolo todo perfectamente resuelto.

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