La generación Halloween

En muchos lugares de la Red hemos encontrado hasta el más pormenorizado detalle de la catástrofe del Madrid Arena, e incluso desde este modestísimo blog se ha denunciado la querencia al apelotonamiento social que se ve en el mundo moderno, pero creemos que se ha hablado muy poco de la premisa temática bajo la que se organizó la fiesta mortal, o sea, Halloween. Halloween, la Noche de los Difuntos, es una importación reciente, que en España se ha adoptado con facilidad merced a la importantísima tendencia al jolgorio de los españoles. En general, los fundamentos anglosajones de Halloween (en teoría, de origen celta) se desconocen en España, y se toma el asunto de los disfraces fantasmales sin más, con la intención de poder vestirse de fantoche y tomar copas.

Porque hay que decir que nos gusta beber, pero también nos gusta disfrazarnos. Pese a esa afición, existe gente que opina que las personas disfrazadas sólo tienen gracia en muy contadas ocasiones. En concreto, hay una corriente minoritaria de opinión para la cual un hombre disfrazado de mujer (que es lo que uno suele encontrarse de forma recurrente en una fiesta de disfraces) no tiene ninguna gracia per se. Para algunas personas, un travestido carnavalesco, aderezado con complementos adecuados, podría llegar a componer una figura cómica, pero no es gracioso siempre por el simple hecho del transformismo, ni mucho menos. Porque disfrazarse bien es muy difícil. De hecho, existen muy pocos españoles que sepan disfrazarse con gusto, y son gente que de manera espontánea tiene ese don y que siempre se disfraza de una manera original y chistosa con dos o tres cosas sencillas.

Los hombres del montón, sin embargo, pensamos que los pechos postizos son una cosa originalísima y nos disfrazamos de mujer pase lo que pase; y últimamente los españoles nos disfrazamos en Halloween, como podríamos disfrazarnos el día del Pilar o el de la Virgen de Begoña, y por tanto estamos haciendo mangas y capirotes con la tradición propia.

Lo de incorporar celebraciones foráneas no es ninguna novedad y desde luego no es ni positivo ni negativo, ya que todas las tradiciones empezaron en algún momento y en un determinado lugar, y de ese modelo se copiaron, y se asumieron. En el caso de Halloween, las personas que tienen ahora treinta años o más se dedican a disfrazarse y a emborracharse de la manera más literal, pero por lo que parece los niños están adoptando escrupulosamente el ceremonial norteamericano completo de esta festividad, y han empezado a tocar los timbres de las casas y a pronunciar la famosa frase que se ha visto en las películas («¿truco o trato?»). Estos niños han sido informados de los protocolos de la tradición norteamericana, y en consecuencia llevan en sus expediciones unas bolsas para recoger caramelos. Pero estamos todavía en una época de convivencia difícil entre las generaciones previas a Halloween y esta generación nueva, criada en la cultura de la calabaza hueca.

La semana pasada tuve la oportunidad de presenciar uno de esos conflictos en forma de abordaje a una vivienda particular, y, cuando los niños disfrazados hicieron la pregunta, un señor octogenario que permanecía muy serio en el umbral de la puerta de su casa les contestó: «Sus vais al carajo, chavales». Y cerró de un portazo.

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