La tableta de Antonio Basagoiti

Antonio Basagoiti, candidato del Partido Popular a lehendakari, dice hoy en una entrevista informal de un periódico lo siguiente: “No concibo mi vida sin tableta”. Naturalmente se refiere a la tableta electrónica, ese artilugio de pantalla táctil y aspecto impecable con la que niños y mayores se divierten hoy en día. El señor Basagoiti tiene 43 años y por tanto ha vivido cerca de 42 (como poco) sin tabletas, si exceptuamos las de Chocolates Chobil, el chocolate de Bilbao que fabricaba la familia del lehendakari José Antonio Aguirre, un chocolate que estoy seguro que el señor Basagoiti ha comido como cualquier niño de la villa. Por tanto, la necesidad que el señor Basagoiti tiene de una tableta es idéntica a la que tenemos los demás seres humanos, y es una necesidad que no sabemos de dónde nace ni adónde nos conduce.

Estamos enganchados a muchas cosas que nos parecen imprescindibles: tenemos la necesidad de correr dos kilómetros al día, de consultar el Whatsapp cada medio minuto, de ir periódicamente al masajista (que es una persona cuyo cometido es cobrar por desmembrar el cuerpo de sus clientes), y tenemos la necesidad, en definitiva, de ir con la tableta por ahí. Curiosamente, se da la circunstancia de que, mientras el consumo de tabaco se reduce año tras año, resulta que proliferan las adicciones legales más rocambolescas, y ocupan un espacio tremendo en nuestra vida cotidiana; un espacio que, francamente, y como ya dije a propósito del Whatssap, yo no sé a qué dedicábamos antes de la aparición de las tabletas.

En este sentido, podemos decir que las declaraciones del señor Basagoiti con respecto a las tabletas son un paso interesante en busca del acercamiento entre el político y sus votantes, un acercamiento tan difícil y tan necesario en los tiempos que corren. La adicción a la tableta hace que el señor Basagoiti se humanice y se aproxime considerablemente al elector medio, y consigue por tanto que ese elector se identifique de alguna manera con las costumbres particulares de Antonio Basagoiti. Porque el elector medio es una persona que está sufriendo la crisis, que tiene cada vez menos dinero, que tiene un futuro lleno de tinieblas y que, sin embargo, se entretiene con la tableta. Cualquiera que vaya en metro verá que la tableta está en las manos de todos: todos miran la tableta, todos pellizcan su pantalla con delectación o se ayudan con un pinganillo auricular para ver en ella alguna teleserie de éxito. Todos andan mal de pasta pero todos tienen 500 euros para comprar una tableta.

Por tanto, es muy posible que, gracias a la tableta, el señor Basagoiti y todos los demás podamos enterarnos antes que nadie de nuestro propio desahucio. Son las ventajas del progreso.

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