El Gobierno de Rajoy está pensando si pide o no el rescate de las cuentas públicas. Mientras tanto, agentes financieros internacionales muy importantes esperan que, cuanto antes, resolvamos algo en este sentido; parece que no son conscientes de que nuestro mecanismo de resolución de los problemas es generalmente el aplazamiento; cuando hay algún conflicto o dificultad, la primera iniciativa que toma siempre un español consiste en aplazar o posponer su tratamiento. En España se tiende a aplazarlo todo y a no tomar nunca ninguna decisión; con esta política, a veces se consigue algo (véase como ejemplo la llegada al poder del mismo Rajoy, un ejemplo de inacción continuada que acaba en éxito), pero en general ésta es una política que acaba no llevando a ningún sitio; la única gran ventaja que tienen estos aplazamientos es que con el tiempo se diluye nuestra percepción del problema, y acaba pareciéndonos que todo se ha solucionado, cuando en realidad lo que ha ocurrido es que nos hemos acostumbrado a vivir con el problema; lo que se llama coger postura.
Por ejemplo, las recetas que se han tratado de usar para salir de la crisis en España han tenido como fundamento general esa tendencia española a chutar el balón para adelante e ir tirando como buenamente se pueda. Los ejemplos de esta práctica son muchísimos, y no merece la pena enumerarlos; en este país se dedica una gran cantidad de tiempo y esfuerzo a tratar de conseguir retrasarlo todo, en aras de salir del paso de cualquier manera y a la buena de Dios.
Y en línea con esa idea, es impresionante darse cuenta del enorme número de personas que viven literalmente de embarullarlo todo y de enredar. En España, el que es un liante y un embaucador tiene el futuro garantizado, porque ese tipo específico de enredador es en España una persona fundamental para el mantenimiento del tinglado general. He ahí una de las claves de nuestra situación: la nuestra es la economía de los liantes y de los charlatanes. Uno está en una reunión y se da cuenta de que quien destaca allí es el que es capaz de cantinflear durante un rato y embelesar a su público, tratando cuidadosamente de hablar sin concretar nada y, por supuesto, consiguiendo no resolver ni zanjar ningún asunto. Si en España nos dedicáramos a solucionar los problemas, una enorme cantidad de personas se quedaría sin trabajo: en concreto, todos aquellos que viven de «dar una vuelta» o «dar una pensada» a los temas, los que viven de convocar reuniones y de decidir en ellas cuándo se convoca la siguiente. Los que se dedican a manosear los asuntos en este país son multitud. Es lo que se llama la economía productiva, que nos ha traído hasta este punto de decrepitud máxima.
Por tanto, que nadie espere que el Gobierno vaya a resolver nada. El Gobierno vive de flotar en la marea en la medida de lo posible, y además ahora tiene en el horizonte las elecciones autonómicas gallegas, vascas y catalanas, entre otras muchas cosas, y por tanto no va a provocar la consolidación efectiva de ninguna decisión o iniciativa. Es lo nuestro.
Tendrán que venir a rescatarnos por la fuerza. Tendrán que salvarnos la vida contra nuestra voluntad.