Se publica por ahí que las comunidades autónomas de Cataluña y Valencia se plantean imponer el cobro de unos euros a los niños que no usan el servicio de catering de la escuela pública y que traen comida de casa; concretamente, en Cataluña el cobro puede ser de unos tres euros al día, mientras que en Valencia no ha sido definido aún. Parece ser que ese cobro se justifica en el coste que tiene la infraestructura mínima de las instalaciones del comedor (vigilantes, neveras, servicios de limpieza y facturas de energía, entre otros). Esta justificación no se sostiene, sobre todo porque hasta ayer esos costes de infraestructura eran los mismos y sin embargo a los niños no se les cobraba por traer comida, y, de hecho, si los niños empezasen a comer su comida a la intemperie, en el patio, sin utilizar el comedor para nada, estas comunidades autónomas comenzarían a cobrarles por desgaste de suelo o por otros conceptos aún más rocambolescos.
Más bien, diríamos que el cobro viene justificado pura y simplemente por la situación paupérrima de las administraciones públicas, que antes de tener que suprimir según qué sueldos o cargos parecen estar dispuestas a implantar las medidas más demenciales que uno pueda imaginar, sin que aparentemente exista nadie allí capaz de ver que una de las cosas que no se debe hacer nunca desde ámbitos oficiales es el ridículo. De hecho, esta norma de cobrar a los niños por no comer la comida del cole es todo un homenaje a los hermanos Marx, y en concreto a su diálogo de la película Animal Crackers, de 1930:
Chico Marx: Somos los músicos que van a tocar hoy.
Groucho Marx: Perfecto. ¿Cuánto cobran ustedes por tocar?
Chico: 10 dólares la hora.
Groucho: Comprendo. ¿Y cuánto cobran por no tocar?
Chico: 12 dólares la hora.
En principio parece que por ahora no se plantea cobrar más al de la tartera que al que coma el menú oficial, aunque todo puede llegar. Pero tratemos de ser positivos y de ver el lado bueno del asunto: el cobro por no comer es un hecho económico que sintetiza la evolución reciente de la economía española, y tiene la ventaja de que es un fenómeno de una significación simbólica indudable, cosa que simplifica mucho las cosas. Por ejemplo: un inversor extranjero que quiera invertir en España ya no tiene que leerse larguísimos informes sobre PIB, deuda, tasas de desempleo o precios de los bienes y servicios, sino que con saber que en las escuelas de España a los niños se les cobra por traerse de casa su propia comida uno puede hacerse una idea ajustada de la situación que tenemos, que es una situación envidiable, sin duda.
PD: El post de ayer sobre los fuegos artificiales fue publicado antes de que hoy se diera a conocer el accidente pirotécnico de anoche, durante la llamada Nit de L’Albà de Elche (Alicante). Resulta que todos los años se instala en el campanario de la Basílica de Santa María lo que se conoce como Palmera de la Virgen, un polvorín que constituye la traca final; al parecer, la mencionada Palmera ha explotado antes de tiempo y ha causado 103 heridos, 6 de ellos graves. Según cuentan las crónicas, los vecinos han despedido a la alcaldesa con abucheos por el accidente, aunque probablemente el año que viene los mismos insensatos volverán a subirse al campanario e instalarán de nuevo esa carga explosiva allí.