El discurso para cerebros rapados

Escucho por la radio esta mañana unas declaraciones de doña Soraya Rodríguez, portavoz del PSOE en el Congreso, sobre algún asunto importantísimo, pero no retengo el contenido de tales declaraciones, sino que sólo puedo fijarme en su forma de hablar: lenta, morosa, con grandísimos espacios entre palabras. Esta modalidad oratoria es relativamente nueva en el panorama político español, pero ha cundido y se ha extendido de forma imparable. Me parece que el primero que empezó a hablar muy despacio fue el señor Rodríguez Zapatero, ex presidente del Gobierno, que en cuanto subió al poder en el año 2004 se lanzó a ralentizar el ritmo discursivo y a hipnotizar a la audiencia; posteriormente, don José Blanco, también portavoz y luego ministro, perfeccionó la técnica, aderezándola con su melancólica entonación gallega, y en ese mismo Gobierno tuvimos el gusto de encontrarnos con doña María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta, una señora que alcanzó las más altas cotas de lentitud retórica, efectuando unas pausas de una densidad máxima y poniéndose al nivel de los grandes actores del teatro británico, como John Gielgud, Richard Burton o Rex Harrison. La señora Fernández de la Vega ha quedado como la quintaesencia de la gobernanza más tétrica, y fundamentalmente gracias a ese modelo discursivo frigorificado. Visto el éxito, dentro del PP surgieron muchos representantes de esta corriente, y una gran aficionada a esta técnica oratoria es doña María Dolores de Cospedal, aunque con resultados más modestos.

Esta manera de dirigirse a la gente probablemente responde a la concepción que los políticos actuales tienen de su público: me temo que los políticos piensan que presentamos grandes problemas de comprensión y que tenemos, en definitiva, el cerebro rapado. Y creo que los políticos opinan eso porque saben que somos capaces de votar por gente como ellos, con lo cual es lógico que piensen que tenemos alguna tara. Nos hablan tan despacio porque saben que somos bobos.

No voy a discutir yo tales teorías. Es probable que sean correctas. Pero resulta que, en los últimos meses, los propios políticos, tras ser devastados por el déficit y la deuda, han dejado de comprender lo que está pasando, así que creo que, si uno tiene que explicar algo que no entiende, es mejor que opte por hacerlo de la manera más rápida y por acabar cuanto antes. Creo que a partir de ahora hay que volver al ritmo normal del habla, sobre todo porque así abreviamos y pasamos a otra cosa, puesto que en principio todo el mundo piensa que tenemos muchas cosas que hacer.  

En ese sentido, parecía que habíamos conseguido mejorar: tanto Rajoy como Rubalcaba hablan a una velocidad razonable y consiguen terminar sus intervenciones como si ellos y nosotros entendiésemos algo de lo que dicen (de hecho, creo que el ministro señor De Guindos es el político que más rápido habla desde Alfonso Guerra). Por eso yo pensaba que habíamos recuperado el ritmo, pero al oír hoy a doña Soraya me ha pasado algo curioso: me he preocupado y me he quedado traspuesto de manera simultánea.

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