Hace unas semanas participé en una conversación muy entretenida sobre corrupción en general y sobre corruptelas concretas y particulares; durante la tertulia, salió el nombre de Jaume Matas. Supongo que el lector recuerda a Jaume Matas, político español, ex ministro de Aznar y ex presidente de la Comunidad Balear. Este señor es conocido por diversas actuaciones (presuntas, claro), entre las que se encuentra el patrocinio frecuente de algunas actividades de don Iñaki Urdangarín, duque de Palma, un patrocinio nada presunto y sí reconocido y admitido por el señor Matas. Como se sabe, don Iñaki Urdangarín organizó sin ánimo de lucro una serie de congresos internacionales de temática irreprochable sobre cosas como el deporte, la juventud, la urbanidad y el buen talante democrático; los ponentes de las charlas eran personalidades de alto nivel internacional; al parecer, la presunta irregularidad está en que los costes reales de la organización de estos actos eran infinitamente más bajos que los fondos que la Comunidad Balear aportaba, con lo cual podría pensarse que determinadas personas adscritas al círculo familiar de las más altas instancias del Estado han podido retener (presuntamente) algunas cantidades de dinero, contraviniendo el supuesto altruismo de todo el conglomerado. Todo esto es ya público y ha sido perfectamente documentado.
En nuestra conversación particular, lo que nos sorprendía de este caso era que el señor Jaume Matas ha declarado con absoluta frescura que él actuó dentro de la normalidad política más indiscutible, y que cualquier español en su lugar habría hecho lo mismo. El señor Matas dice que si uno es presidente de la Comunidad y recibe la visita del señor Urdangarín, uno le recibe con la máxima urgencia y con la mayor cortesía, y si resulta que el señor Urdangarín, miembro de una ilustre familia que tanta vinculación tiene con las Baleares, le propone a uno organizar sin ánimo de lucro un congreso de altísimas perspectivas humanísticas en Palma de Mallorca, con la repercusión que eso tiene para la ciudad, uno dice que sí sin entrar en más detalles, y por supuesto sin meterse en cosas tan prosaicas y de mal gusto como la comprobación de las partidas de gastos.
Lo que el señor Matas está diciendo en realidad es que él no considera esto como un acto de corrupción. Y dice que para cualquier español con sentido común estos hechos están perfectamente alineados con la lógica de las cosas de la vida. Lo más probable es que, en este sentido, el señor Matas tenga razón: vistas todas las formas de la trampa y el expolio, y considerando todos los saqueos de dinero público llevados a cabo en España a todos los niveles y en todos los ámbitos (presuntamente, claro), es posible que un ciudadano español piense que esto del señor Matas es natural, normal y hasta legal.
Al escuchar esto, algún interlocutor en nuestra tertulia se revolvía en su asiento y se escandalizaba ante el cinismo del señor Matas. Existe la posibilidad de que el señor Matas tenga otros esqueletos en el armario, y puede ser que (presuntamente) el señor Matas se haya llevado dinero a paladas, pero el señor Matas, cuando explica el caso concreto de don Iñaki Urdangarín, demuestra ser un experto en la psicología del ciudadano español y creo que da en el clavo en cuanto a que ante determinadas instancias, y con determinadas personas, y en beneficio del buen gobierno, y vistas las posibles alternativas a lo planteado, y vistos los problemas que pueden surgir si uno se niega, el español medio habría hecho lo que hizo el señor Matas (presuntamente).
Éste es el país que hay.