Cuando uno va en el metro, existe la evidente tentación de escuchar las conversaciones ajenas, sobre todo si uno va sin libro o sin dispositivos de lectura electrónica, smartphones, etc. Esta tentación de cotilleo se presenta en diversos grados de intensidad según las personas, pero su presencia es un hecho demostrable. Pues bien, iba yo esta mañana en el metro y había a mi lado dos señoras de unos setenta años de edad hablando de la prima de riesgo. No ha quedado muy claro si comprendían el concepto de la prima de riesgo ni su funcionamiento práctico, pero sí se veía una preocupación honda sobre el devenir del famoso indicador y sobre la situación general. En honor a la verdad, sólo una de las dos señoras era la que iba repasando la terrorífica actualidad de las cifras macroeconómicas, mientras que la otra asentía con la cabeza y se limitaba a decir de vez en cuando: «Horroroso, chica, horroroso».
Al final, ambas mujeres han coincidido en señalar con optimismo que, pese a los malos augurios, «hay que confiar en que saldremos de ésta, porque de otras hemos salido», e inmediatamente se han puesto a hablar de las próximas vacaciones.
De esta conversación que he escuchado con atención e impunidad (pido perdón por tanta desvergüenza), yo extraigo tres conclusiones: en primer lugar, que la gente está preocupada; después, que esa preocupación viene parcialmente dada por los torrentes de información que continuamente se reciben de los medios (hasta en Telecinco se debate sobre la prima de riesgo), pese a que uno tiene la impresión de que en todas estas comunicaciones informativas hay una mixtificación y una inexactitud muy importantes; por último, y pese a toda evidencia, queda claro que en general se piensa que las cosas van a mejorar, lo cual responde a ese optimismo irreductible del que ya hemos hablado anteriormente. Al final, y pese a lo que digan, muchos creen en su fuero interno que esta crisis no va a afectarles.
Porque mucha gente dice que la raíz de la crisis está en haber vivido por encima de nuestras posibilidades, pero en cuanto preguntas a la gente por su caso particular, todos dicen que ellos mismos han vivido con prudencia y sin excesos, y que los que han gastado en exceso han sido los demás.