Ante un hijo recién nacido uno se da cuenta de dos cosas: en primer lugar, que la vida humana es una cosa de tal fragilidad que da miedo; y, en segundo lugar, que un niño tan pequeño es un elemento indiscernible, oscurísimo, que no entendemos y que tenemos que descifrar. El niño llora como un loco en mitad de la noche y nosotros no sabemos por qué.
Probablemente, Mariano Rajoy está experimentando a diario esta sensación frente a la fatídica realidad coyuntural. Es probable que don Mariano no comprenda nada. Don Mariano está vencido por las circunstancias económicas, que le aplastan. Un problema añadido a la bancarrota general es la desorientación perfecta de los dirigentes políticos, atropellados por la deuda. Nada tiene importancia frente a un préstamo impagado: todo queda arrasado por la gélida ventisca crediticia (por decirlo de una manera excesivamente literaria).
Mariano Rajoy es un señor gallego que es Registrador de la Propiedad; digo yo que, dentro de su sistema particular de pensamiento, las leyes y los decretos deben de tener una presencia definitiva, de una nitidez total, y la mayoría parlamentaria que Rajoy posee debería ser el salvoconducto de la gobernabilidad tradicional y reglamentaria. Sin embargo, la deuda ha demolido toda esa estructura; se debe tanto dinero que no puede legislarse sobre ningún asunto, salvo que uno vaya en la dirección que marcan los implacables acreedores (habría que decir que, independientemente de la crueldad de esos acreedores, está claro que durante los últimos años nadie nos ha obligado a pedir las toneladas de dinero que les hemos ido solicitando).
El señor Rajoy se ha despertado en un mundo que no es el suyo, un mundo en el que el orden y la urbanidad están desactivados y en el que la deuda ocupa todos los espacios legislativos. La política, la administración de lo público, no puede practicarse por ahora; la situación de escombrera económica es indiscutible y lo cubre todo. Claro que tampoco la oposición puede pronunciarse sobre ningún asunto, en vista de la gestión que los señores socialistas llevaron a cabo cuando iban al volante: una gestión caracterizada por la ignorancia sobre los problemas existentes y por la generación deliberada y sistemática de problemas nuevos.
Así que tenemos a la nomenclatura política de todos los colores atrapada en este nubarrón. Todos llevan en esto muchos años y ninguno ha levantado la mano nunca para pedir u ofrecer una explicación. Ahora, los créditos impagados han suspendido las actividades regulares e irregulares de nuestros dirigentes, lo cual puede tener su parte buena, qué duda cabe.
Un abrazo, don Mariano