Pártele la pierna, hombre

Ya he dicho que soy seguidor del Athletic Club de Bilbao, y no me apetece mucho comentar la final de la Copa del Rey del pasado viernes. El Barcelona nos trituró, y la impresión que uno se lleva es la de que, si hubieran necesitado meternos nueve goles, lo habrían hecho con las manos en los bolsillos; mi abuela ya se adelantó al fracaso diciendo que no entendía la enorme celebración previa a un partido que aún no se había jugado (ella dice que antiguamente sólo se celebraban las victorias).

 De todas formas, sí quería comentar un fenómeno que observé durante el partido y que después he vuelto a leer o a escuchar en los más diversos ámbitos rojiblancos: se trata del reproche que se hace a la presunta poca sangre que tuvieron los jugadores del Athletic frente al Barça. «Te pueden ganar, pero, así, nunca», dice el aficionado; «si llego a estar yo jugando le meto una patada a Messi que lo destrozo», contesta otro hincha. La queja consiste en exigir una actitud más violenta. «Al Barça sólo se le puede ganar a leches, como hicieron el Madrid y el Chelsea», dice otro seguidor rojiblanco. En definitiva, que se da por sentado que el Barça es mejor y por eso hay que ganarle a puñetazos, y, de hecho, aunque se pierda, hay que terminar el partido quebrando tibias y rompiendo cráneos.

Esta postura general a favor de la agresividad es la que puede detectar cualquiera que mire el fútbol con cierto temple y con frialdad; es una postura relativamente singular si la comparamos con otros deportes. Imaginemos que los aficionados al tenis exigieran a Nadal que tirase la raqueta, saltase la red y se liara a puñetazos con Federer sólo porque el suizo juega muy bien. En ese sentido, parece que perder sin usar la violencia es algo que enfada al mundo del fútbol. Por eso, el fútbol es un deporte de una brutalidad indudable, incluso cuando esa brutalidad se mantiene latente e implícita y no se concreta en los puñetazos y las patadas.

Yo soy un aficionado al fútbol al que no le gusta ese tipo de tensión bélica, con lo que podemos decir que seguramente soy un mal aficionado al fútbol. Y aupa Athletic.

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