La crisis va llenando poco a poco el aire y dentro de poco todos estaremos contagiados; en el caso concreto de esta crisis, además, tenemos el agravante tremendo de que en general no entendemos nada. Durante décadas se han visto episodios de recesión industrial, de empleos que se perdían, de inflaciones impresionantes, de bancarrotas y de quiebras, pero en el caso de nuestra actual crisis hay varias circunstancias que la hacen única.
Para empezar, los expertos no son capaces de ponerse de acuerdo sobre cuál es la naturaleza y el origen de esta crisis. Algunos dicen que el origen está en los grandes capitales en la sombra, que han maniobrado desde el año 2008 para conseguir la especulación perfecta y que en ello siguen, por lo que, según estos expertos, la crisis no ha sido originada por el ciudadano corriente y por ello ese ciudadano corriente no debería pagar la factura de los excesos cometidos por los oscuros amos del mundo. En este sentido, las políticas de ajuste duro que están llevándose a cabo serían un tratamiento erróneo, injusto y fatídico que va a convertirse en la puntilla para la economía doméstica. Estos analistas dicen que hay que fomentar el crecimiento y para ello hay que inyectar más dinero en el circuito económico. Las autoridades, en resumidas cuentas, deben mantener el gasto e invertir para que esto siga en pie.
Por otro lado, existe un determinado grupo de personas que piensa que, independientemente de la gran especulación llevada a cabo por los señores de la chistera y los guantes blancos, hay un problema general de crédito. Por concretar, estos señores dicen que cada uno, en su ámbito de actuación, particular o colectivamente, en la empresa particular o en la Administración, desde un despacho o desde donde sea, cada uno de nosotros, digo, ha pedido demasiados préstamos y estos préstamos excesivos han sido concedidos y autorizados. No puede decirse que la gente haya vivido por encima de sus posibilidades (como tantas veces se dice) porque en realidad la gente ha tenido la posibilidad física de vivir como ha vivido, así que diremos que la gente ha vivido dentro de sus posibilidades, unas posibilidades que, no obstante, quizá estaban mal calculadas por parte de todos; es ejemplar en ese sentido esta cita de Arcadi Espada a Michael Lewis, quien ha descendido al detalle de la colosal macedonia económica griega para intentar ver la realidad glacial de las situaciones concretas y vecinales en ese país.
Este fenómeno inaudito nos ha llevado a ver cómo lo que antes considerábamos como activo libre de riesgo (el inmueble en el que vivimos, nuestro empleo, la Seguridad Social, la deuda pública de España o de Italia) ha pasado a ser un activo con riesgo, lo cual amplifica todavía más el fenomenal embrollo fiduciario global.
Resumiendo, podemos decir que, según algunos analistas, ha habido una deficiente evaluación del riesgo real de crédito a todos los niveles y en todos los ámbitos. Parece un análisis sensato. No creo que sea importante saber de quién es la culpa de todo esto; lo importante es saber qué puede hacerse para arreglarlo. Y la cosa no parece tener un arreglo fácil a corto plazo, puesto que, como digo, hay un número muy importante de agentes económicos que todavía no tiene claro qué es lo que está pasando.