Hace un par de semanas se anunció el regreso del grupo cómico inglés Monty Python. Se trata de una reunión puntual para actuar unos cuantos días en el O2 de Londres, un recinto inmenso, delante de unos 20.000 espectadores cada noche. Por lo visto, las entradas se han agotado en cuestión de minutos. Los miembros vivos del grupo (John Cleese, Terry Jones, Eric Idle, Terry Gilliam y Michael Palin) han dicho que la mayor parte del show será un refrito de números cómicos antiguos y conocidísimos y que habrá alrededor de un 10 % de material nuevo. Como es natural, este regreso a los escenarios se hará sin la presencia de Graham Chapman, miembro fallecido del grupo, aunque el resto de cómicos ha declarado que están en conversaciones para que Chapman vuelva del otro mundo y aparezca.
Todo el mundo sabe que este equipo de comediantes revolucionó la televisión inglesa de los primeros años setenta con un programa de sketches para la BBC (Monty Python’s Flying Circus) en el que practicaban el humor total y en el que mezclaban lo elevado con lo más burdo, la broma más fina y la escatología, la parodia cultural y el salvajismo gráfico: como ejemplo puede servirnos el sketch en el que se organiza un campeonato nacional en el que los participantes deben resumir en un minuto los siete tomos de En busca del tiempo perdido, novela de Marcel Proust, y, al ver que es tarea imposible, el jurado declara que ha decidido dar el premio a «la concursante con las tetas más grandes». El rasgo común a todos los gags de Monty Python era la demolición de las convenciones y la destrucción de todo lo que fuese parte del orden establecido.
Los Python escribían los guiones de manera separada (Cleese hacía equipo con Chapman; Jones escribía mano a mano con Palin; Eric Idle iba por libre y Terry Gilliam es el que hacía los dibujos animados salvajes que daban continuidad a la serie); esta separación por pequeños grupos era la que hacía que los sketches fueran extremadamente variados entre sí: la comedia de Jones y Palin era más suave, más visual y más surrealista; los sketches de Cleese y Chapman se basaban en la ira, en el insulto y en el abuso, y lo que escribía Idle estaba más relacionado con el humor verbal y con la música.
Esta agrupación por sectores no era casual. Los miembros de Monty Python no tenían más afinidad entre ellos que la que ofrecían la admiración por el talento mutuo y la consecución de un objetivo común, pero no eran amigos entre sí ni estaban cerca de serlo. Según varias fuentes muy fiables, Cleese era un hombre desagradable, engreído y colérico; Jones era terco e inseguro; Idle sólo pensaba en el dinero y en la fama; Gilliam era un zumbado de tomo y lomo, y Chapman era un alcohólico crónico y disfuncional con el que no se podía trabajar. Las fuentes de información de aquella época coinciden en señalar que la única persona agradable, generosa y cálida del grupo era Michael Palin, y esa personalidad se ve perfectamente en los documentales de viajes que este señor ha ido grabando para la BBC en los últimos veinte años.
Por tanto, he aquí un caso de un grupo de trabajo formado por personas de incuestionable talento cuya convivencia se vuelve insoportable y que acaba de muy mala manera. Su última película, El Sentido de la Vida, se estrenó en 1983, y desde entonces todos los miembros del grupo han convenido en que no había manera de que volvieran a estar juntos en una habitación (Idle declaró en 1997 que Monty Python sólo se volvería a reunir si a esa reunión se incorporaba Graham Chapman, un hombre que falleció en 1988).
Y resulta que Monty Python ha decidido volver a los escenarios. Es una reunión puramente garbancera y crematística, una reunión por dinero: los Python quieren asegurarse un capital de manera rápida y sin riesgo, y así lo han reconocido públicamente. Entre los fans del grupo se ha desatado la histeria: los verdaderos aficionados a Python son capaces de asesinar por una entrada. Yo soy un fan más del grupo; yo me he reído con estos señores hasta quedarme sin aire en los pulmones. En mi círculo de amistades se ha planteado la posibilidad de conseguir estar presentes en esta serie de shows londinenses. Sin embargo, yo me resisto. Más allá del puro fetichismo y de la adoración presencial de unos comediantes míticos, la reunión de unos septuagenarios repitiendo las rutinas que todos conocemos y que ya hicieron con mucha más energía hace cuarenta años no parece una cosa que tenga grandes atractivos; más bien, me da que hay posibilidades de salir de allí con una depresión de padre y muy señor mío.
Si los Python decidieran volver con nuevas rutinas cómicas, más apropiadas a la edad que hoy tienen, yo sería el primero en aparecer por allí. Pero probablemente para eso deberían reconducir sus desviaciones de carácter, tolerarse mutuamente y ponerse a escribir, cosa que, en esta ocasión, no parece que vayan a hacer. Si cuando tenían cuarenta años no se soportaban, nada hace pensar que vayan a hacerlo cuando todos han cumplido ya los setenta, una edad en la que todo el mundo se hace aún más cascarrabias y en la que el umbral de la tolerancia se estrecha de forma irreversible.
No obstante, todo puede ser, y tal vez estas actuaciones de julio del 2014 sean la más alta ocasión que vieron los siglos. Si es así, me compraré el DVD que indudablemente se editará como parte del plan recaudatorio establecido.
Me ha encantado el artículo. Simpatizo mucho con todo, especialmente con el rechazo a dejarse un riñón en conseguir verles, en un alarde de fetichismo. Es como querer capturar el momento que se escapó; ya no volverá. Yo también disfruté de sus películas, de las que recuerdo especialmente «El Sentido de la Vida» y el número de la clase de sexo en un colegio inglés. Las series de TV no las he visto. Es curioso que el término «spam», para denominar el correo basura por internet, no proviene de un acrónimo, como mucha gente piensa, sino de un número de la serie de TV de los Pyton en la que en el menú de una cafetería un tanto grasienta se ofrece en todos sus platos el condimento «spam», con el consiguiente cachondeo y barullo del personal.
El sketch del spam es de las cosas más absurdas y graciosas que yo he podido ver en mi vida, y eso se nota sobre todo en la presencia levitativa de los vikingos, que cantan «spam, spam,spam» mientras suben y bajan por la cafetería. Realmente, «spam» en el mundo anglosajón es un tipo de lomo/mortadela/chopped que da verdadera grima. Muchas gracias por su comentario
Hola:
mi comentario no tiene que ver con el artículo y es una pregunta sobre los Python en España.
Soy estudiante de Filologiá Hispánica de la Universidad Jaguelónica de Cracovia y estoy escribiendo mi memoria de licenciatura sobre la traducibilidad de los juegos de palabras en la serie de los Python. En la parte práctica del trabajo voy a utilizar la traducción del DVD publicado hace algunos años. Sin embargo, en uno de los subapartados tengo que mencionar algo sobre la primera vez que la serie se emitió en España, su popularidad, apellidos de traductores etc. ¿Sabe algo sobre estas cosas? O ¿me puede decir dónde puedo encontrar estas informaciones?
Gracias de antemano.
Un saludo,
Zuzanna
Estimada Zuzanna:
Hasta donde yo sé, la serie nunca ha sido emitida en ningún canal generalista: parece que la primera vez que se vio en España fe en una televisión por cable, en 1990, y sin ser doblada. No sé nada de posibles traductores de los textos. Los Python fueron conocidos en España por La Vida de Brian, y buena parte de lo demás permanece más o menos ignorado. Por otro lado, permítame que le diga que el tema de su trabajo de licenciatura me parece una cosa fascinante. Los sketches de los Python no son homogéneos: así como los de Palin y Jones son más bien conceptuales y pueden traducirse sin perder la gracia, y algunos de Chapman y Cleese también (por ejemplo, el Minister of Silly Walks), hay otros que son literalmente intraducibles, generalmente escritos por Eric Idle, como el famoso Nudge Nudge, en el que el chiste viene fundamentalmente del tono y del ritmo del actor (Idle decía que antes de la serie le rechazaron el guión de ese sketch porque, tal y como estaba escrito, no se entendía y no tenía ninguna gracia).
En todo caso, creo que los Python tienen muchas cosas que pueden traducirse sin problemas. No así los Hermanos Marx, cuyo humor está lleno de dobles sentidos, juegos de palabras y alusiones irreproducibles en otros idiomas.
Siento no poder ayudarle en su búsqueda. Gracias y un saludo
Estimado Pedro:
muchas gracias por su respuesta. Me ha ayudado mucho: es que hasta ahora no he sabido nada sobre la fecha de la primera emisión del Flying Circus en España. Terry Jones en una ocasión dijo que la televisión española había comprado la primera temporada justo después de la emisión en Gran Bretaña. Pero por supuesto no la habían emitido entonces.
¿Por acaso no sabe cómo se llama la televisión por cable a la que se refiere? Es que podría intentar escribirles para conocer algunos detalles más.
Tiene razón, los sketches de Eric Idle parecen los más difíciles de ser traducidos. Pero la verdad es que los otros también están llenos de juegos de palabras y dobles sentidos. Se trata de chistes banales y hasta estúpidos, pero que resultan muy problemáticos en la traducción. Así pasa por ejemplo en el sketch de la Santa Inquisición, en el que el cardinal Biggles saca el escurreplatos en vez del potro, instrumento de tortura (las dos cosas funcionan como «rack» en inglés). Existen muchos juegos de este tipo, que además los propios Python comentan en la pantalla («¡Qué chiste más malo!» etc.). Y además oímos las risas del público: por eso siempre sabemos cuando hay un chiste en el original y nos lo perdemos en la traducción. Traducir la serie manteniendo todos los chistes es un verdadero desafío.
Muchas gracias y un saludo,
Zuzanna