Los paracaidistas

Susana Díaz es la nueva presidenta de la Junta de Andalucía. Ya se sabe que esta señora ha sido nombrada digitalmente por el dedo todopoderoso de don José Antonio Griñán, antiguo presidente, quien tuvo que salir de allí  ante el inequívoco olor a chamusquina del asunto de los EREs, un presunto lodazal de proporciones indescriptibles en el que por lo que sabemos puede haber varias decenas de millones de euros de dinero público perfectamente distraídos y volatilizados. Doña Susana ha tomado posesión de su cargo y ha intervenido en diversos foros mostrando una oratoria de la que ahora se estila, que es la oratoria de la lentitud exasperante y de las obviedades soporíferas. Concretamente, a esta señora se le nota la ascendencia del socialismo sevillano, no tanto de la escuela chispeante de Alfonso Guerra sino de la escuela grave y plomiza de Felipe González. Susana Díaz habla como Felipe González, y eso se percibe sobre todo en la acentuación absurda de algunas palabras: en concreto, el ex presidente del Gobierno pronunciaba los vocablos polisílabos de manera muy particular, y, cuando debía decir solidaridad y manifestación, decía sólidaridad y mánifestacion, convirtiendo en sobreesdrújula cualquier palabra más o menos extensa. Susana Díaz habla como el señor González pero encima lo hace más despacio aún, con lo que su discurso es una mezcla del estilo de González y de los de Zapatero y José Blanco, combinación que a cualquier oyente poco paciente le pone la piel de gallina.

Luego tenemos el hecho concreto del aterrizaje de la señora Díaz en el cargo que hoy ocupa, un aterrizaje completamente ajeno a los mecanismos de la democracia representativa abstracta. En esto de los paracaidistas puestos a dedo ya sabemos que en todas partes cuecen habas; sin ir más lejos, los más altos representantes públicos de la región de Madrid (el presidente de la Comunidad y la alcaldesa, ambos del PP) son hoy en día miembros de esta cofradía de los políticos arrojados desde la avioneta, lo cual es un escándalo que debería dejarnos patidifusos. De los famosos diputados cuneros del siglo XIX hemos acabado en los paracaidistas del siglo XXI, lo cual es un avance incontestable.

La señora Díaz es además una mujer joven que nunca ha trabajado en la empresa privada y que lleva casi más años de afiliada en el PSOE que sobre el planeta Tierra; por tanto, encaja en el molde de esos políticos profesionales que tan fastidiosos resultan a ojos de la quemadísima opinión pública actual.

El caso es que esta señora Díaz ha propuesto al presidente del Gobierno que PP y PSOE se pongan de acuerdo para no usar la corrupción como arma arrojadiza electoral y que los asuntos más pringosos de la actualidad (Bárcenas y los ERE, fundamentalmente) permanezcan en un armario bien cerrado, sin ser exhibidos en ningún sitio. Algunas personas podrían considerar que la propuesta de la presidenta de la Junta es una de las sugerencias más desvergonzadas que se le pueden ocurrir a cualquiera, pero la señora Díaz no está de acuerdo con estas personas y cree firmemente que ese pacto reforzaría de alguna manera más o menos disparatada la lucha contra la corrupción.

Por todo lo dicho, se puede afirmar que Susana Díaz es una persona que sintetiza en su figura varias de las virtudes más importantes de lo que conocemos como la clase política actual.  Sin embargo, el optimismo que nos suele caracterizar hace que confiemos en que la señora presidenta sabrá pilotar los mandos de la nave andaluza, por decirlo de un modo perfectamente cursi que se adapta al estilo oratorio que esta señora representa. Dejemos que Susana Díaz se ponga manos a la obra. Porque no podemos olvidarnos de lo que de verdad es importante: que la tasa de desempleo en Andalucía según la EPA de junio de 2013 es de un 35,79% del total de la población activa, una cifra que, en términos absolutos o comparados, es insoportable. Confiemos en que la señora Díaz tenga las claves para resolver de una vez por todas este gravísimo problema, problema en el que ni ella ni su partido tienen ninguna responsabilidad, pese a que el PSOE lleve gobernando en Andalucía desde 1979 de forma ininterrumpida.

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