Las series infantiles (V): Bob Esponja

Bob Esponja es un fenómeno de masas tan espectacular que voy a ahorrarme cualquier explicación sobre sus conocidísimos personajes o sus tramas argumentales, y me centraré en aspectos generales de la serie. Lo primero que hay que decir (y hay que decirlo abiertamente y con satisfacción) es que Bob Esponja es una comedia total, sin segundas lecturas. Todas las escenas de esta serie están ideadas y puestas en marcha con el único fin de provocar la risa del espectador. Y el rango cómico de Bob Esponja es amplísimo: vemos de forma sucesiva chistes soeces, absurdos, obsesivos, inteligentes, procaces o sutiles, y todos seguidos, sin descanso. Cada uno de los gags tiene un destinatario concreto, y los guionistas poseen la destreza suficiente como para dirigirse a niños de todas las edades y a adultos con cierto espíritu burlón; cuando una familia ve Bob Esponja, no es raro que los padres suelten carcajadas abiertas.

Y dado que Bob Esponja sólo busca la risa, esta serie presenta una segunda característica destacable: la ausencia de discurso moral o pedagógico. A diferencia de las series que hemos analizado hasta ahora, series más bien ñoñas y con un contenido ideológico de mucho peso, Bob Esponja es un programa televisivo que no tiene ninguna aspiración formativa; de ser algo, es una serie más bien ácrata y punkie. Todo esto puede tener algunas contraindicaciones en el espíritu del público infantil, pero creo que en general los niños se toman estos mensajes amorales mucho más a la ligera que los adultos.

El tercer punto de interés es el aspecto formal de la serie. Así como el programa está muy bien hecho y tiene además una música hawaiana de gran calidad, también es cierto que Bob Esponja sigue una tradición feísta y antiestética que viene de programas como Ren y Stimpy, y debemos decir que, aunque la animación es muy ocurrente, lo que vemos en pantalla puede resultar poco atractivo para un adulto. En concreto, las madres suelen ser especialmente sensibles a la estética de Bob Esponja; a buena parte de ellas esta serie les parece una aberración completa. Los padres, en cambio, tendemos a partirnos de risa y a disfrutar de este feismo incontestable. Los niños quedan perfectamente absortos con el colorido de Bob Esponja, así que en este aspecto las madres parece que están en minoría y se inclinan por salir de la habitación en cuanto empieza esta serie.

Es decir, que a los hombres nos gusta mucho Bob Esponja y a las mujeres les gusta mucho menos (hablando en términos generales y salvando los casos particulares, claro está).  Este fenómeno es parte de una regla global del humor, en virtud de la cual las mujeres tienden a disfrutar más de la ironía tangencial y del sarcasmo mientras que los hombres somos capaces de ver por septuagésima vez Aterriza Como Puedas y seguir riéndonos como verdaderos cafres. Los hombres, por ejemplo, vemos a Chiquito de la Calzada gritando “Ese borracho que llega y le dice…” y todavía, a estas alturas, y pese a la repetición agotadora de este cómico malagueño, nos reímos. Nos reímos mucho, por qué no decirlo. Cuando estas cosas ocurren, ellas nos miran con verdadero espanto, como no creyéndose que viven con alguien tan simple.

En consecuencia, podemos decir que en términos muy generales Bob Esponja es la serie infantil que más nos gusta a los hombres adultos. No sé si eso es un mérito o un defecto de este programa televisivo; supongo que dependerá de a quién se le pregunte.

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