Este blog tiene un seguimiento modestísimo: la inconcreción y las aspiraciones difusas que lo caracterizan van en contra de la corriente moderna de afiliaciones especializadas y de followers adictos a las actualizaciones inmediatas. Dentro de esta modestia, hay entradas que tienen más éxito que otras, y parece ser que las que están relacionadas con la literatura y el arte tienen una aceptación estrictamente paupérrima. Sin embargo, como todo esto me importa un pimiento y como no hay nadie que me dicte los contenidos, hoy quiero hablar de un escritor contemporáneo que acaba de ser premiado por la fundación Princesa de Asturias: Richard Ford.
La gente que tiene la desgracia de conocerme personalmente sabe que soy un hombre repetitivo: mi sufrida mujer podrá acreditarlo ante cualquier tribunal. Me repito mucho. Y suelo repetir muchísimo la recomendación de leer a Richard Ford, que es un escritor de un peso específico formidable. Ford empezó a escribir relativamente tarde y se le nota: sabe que escribir bien es observar, no juzgar, prestar atención al detalle y evitar la distorsión y el ruido, que son dos fenómenos que tienen que ver con el estilo literario. Los escritores jóvenes tienden al fuego artificial y al malabarismo, y tardan una buena temporada en descubrir que la verdad literaria está en tres pilares fundamentales: la observación sin prejuicios, la elección del adjetivo y la eliminación de lo superfluo. Para mí, si uno consigue cumplir con esta normativa, uno ya es un gran escritor, ya sea de ficción o de lo que se llama no ficción. Algunos escritores como Arcadi Espada o el maestro Pla comparten este ideario y lo siguen con brillantez y gran destreza, pero se ciñen al ensayo, al memorialismo, y rechazan de forma más o menos sistemática la ficción. Salvando las distancias, y con toda la admiración del mundo, yo no llego a estos extremos, pese a que hay formatos de novela que no puedo soportar por mucho que lo intente (como la novela histórica). Pero la novela en primera persona, más o menos verosímil, y en la que la peripecia esté supeditada a la observación moderadamente limpia y honrada es una novela que leo con gusto.
Richard Ford escribe estas novelas. La trilogía más famosas de este escritor, que es la trilogía del personaje Frank Bascombe (formada por El Periodista Deportivo, El Día de la Independencia, y Acción de Gracias) es un cuerpo literario de una magnitud impresionante. Ford es un zorro, un observador formidable, un humorista que no usa figuras literarias, y además tiene una virtud que comparte con muchos de los escritores estadounidenses contemporáneos: la falta de pedantería. La pedantería, el refinamiento exhibicionista, la alusión elevada sin venir a cuento, el párrafo florido y gratuito: estos son los rasgos que hacen que un libro sea ilegible. Por suerte, los escritores norteamericanos no suelen verse con fuerzas para tener que demostrar la posesión de una cultura superior. En el otro extremo está la dictadura de la estructura de la novela, la supeditación a que el libro avance, la construcción argumental completamente recocida, los personajes sin dimensión; cosas igual de espantosas (en mi opinión, por supuesto). El escritor de novela de misterio que va abriéndose paso a machetazos para canalizar la trama es otro pelmazo y se le ve el plumero. Estos dos extremos (el novelista-esteta que no avanza y el novelista-ingeniero que avanza como un bulldozer) son los que hacen que una persona de mi edad prefiera leer ensayos.
Ahora bien: utilizando las herramientas novelescas se puede hacer literatura interesantísima y que tenga un eco directo en la personalidad del lector. Ford hace eso y lo hace maravillosamente bien. Ford enumera hechos vitales y los describe de manera directa para que lleguen sin distorsión al cerebro del lector. Ford es un escritor que trata con cariño a sus personajes y que nos propone hacer un trabajo intelectual activo y emocionante mientras lo leemos. La agitación de nuestras neuronas es todo lo que se le puede pedir a un libro.
Frank Bascombe es el gran personaje protagonista de la obra de Richard Ford y no parece ser otra cosa que el propio Ford, su autorretrato. El mérito literario del escritor es, en este caso, la conexión triple entre la cabeza del escritor, la mano para transcribir ideas y la capacidad para que estas ideas se entiendan. No creo que Ford sea capaz de crear tipos universales como los cervantinos o como los personajes patológicos de Dostoievski, pero sí que veo que Ford nos pone en un espejo frío y pinta cuadros en los que salimos nosotros mismos. Cuadros estáticos, sobrios, como de Edward Hopper. Esta tradición americana de narradores atinados, humorísticos, honrados y sin trampa (Saul Bellow, Phillip Roth, Cormac McCarthy, los beatniks, etc) es magnífica, y a mí me gusta mucho.
Entiendo que el premio Princesa de Asturias reforzará la popularidad en España de este escritor y me alegro por ello. Su última novela, Francamente, Frank, recientemente publicada por Anagrama, es más bien una soldadura de tres novelas cortas en la que Richard Ford vuelve a sacar a su personaje Bascombe. Maravilloso libro, provisto de munición literaria de gran calibre. Algunos lectores consideran que Ford es un peñazo, un autor caracterizado por una morosidad narrativa plúmbea y tortuosa. Esos lectores son los mismos que pierden la paciencia en cuanto leen tres páginas seguidas sin asesinatos o sin encontronazos sexuales de alto voltaje. Para ellos hay una gama inagotable de novelas negras, históricas o híbridas, y yo deseo que la disfruten con buena salud.
Recomendaré de nuevo la obra de Ford cada vez que tenga ocasión para hacerlo.
prefiero a Olvido Hormigos. sobre todo frotándose.
Estimado Jaime: cada cosa tiene su momento, e incluso puede haber un momento en la vida para Olvido Hormigos, esa servidora pública de vocación desinteresada. Un abrazo
Es cierto. Te repites más que Dani Güiza, que cursó 2º de EGB unas catorce veces, hasta que un avezado patriarca de la familia le regaló una pelota y un paquete de Winston.
Con este post, creo suman doce las veces en las que, de forma directa o indirecta (como en este post), he recibido de tu parte la encarecida recomendación de leer a Richard Ford. No podría tolerar una decimotercera, así que sí, acudiré a una librería cercana y adquiriré la trilogía, para proceder a leerla con fruición durante la estación seca.
Y, por supuesto, siguiendo anteriores comentarios, me llevaré también el afamado «Curso de ingles by Olvido Hormigos. 11 formas de depilártelas según la ocasión». Un libro soberbio con ilustraciones de la propia Hormigos atacándose las ingles e incluso un póster desplegable del marido, para que quepa bien la cornucopia.
Ale, ya le puedes decir al Sr. Ford que te pague la comisión correspondiente. Esta vez compro. Pesao.
Un cordial saludo y felicidades por este blog de aspiraciones difusas y semifusas.
Estimado lector: es usted un impertinente de tomo y lomo, pero le quiero tanto como un hombre puede querer a un descomunal mustélido, así que no tengo en cuenta ninguna de sus imprecaciones malsonantes. No tengo ninguna conexión de carácter económico con Richard Ford, que es un señor millonario que vive con sencillez en un casoplón junto al mar en Boothbay (Maine) y que seguramente desayune langostas del tamaño de la cabeza de usted. De todas formas, le agradezco que visite un blog tan mugriento como éste. Un abrazo